Películas como Silencio roto de Montxo Armendáriz o el documental La guerrilla de la memoria de Javier Corcuera y libros como Ramón Vila, Caracremada de Josep Clarà están acercando a la sociedad las vivencias y la historia del maquis. A la par que aumenta el interés por esta guerrilla, se multiplican los intentos de despojarla de su carácter mayoritariamente libertario para presentarla vagamente como «lucha republicana» o «democrática», al igual que sucede con figuras significadas del anarquismo ibérico (Salvador Seguí, Puig Antich, Joan Peiró).
Para aclarar algunos aspectos del apasionante legado del maquis, hemos entrevistado a la historiadora Dolors Marín, autora de Clandestinos. El maquis contra el franquismo, 1934-1975 (Plaza y Janés, 2002), cuya primera edición ya está prácticamente agotada.
Mateo Rello
Pregunta. Varias películas y libros recientes están popularizando el tema de los maquis. Tras tantas décadas de silencio ¿qué está cambiando para que ahora aflore esa memoria, precisamente mientras se reabren las fosas de la Guerra y parece que empieza a cuestionarse el mito de la Transición?
Respuesta. El pacto de silencio que supuso la Transición implicó una grave injusticia contra todos los vencidos de la Guerra Civil; no se repararon exilios, no hubo pensiones para excombatientes o viudas ni se revisaron sentencias infamantes. Hoy, sin embargo, hay una generación la que se corresponde más o menos con la de los nietos de los vencidos, y que está marcada por el fenómeno de Seattle que está descubriendo en el pasado de la Península una experiencia fascinante (sindicatos, colectivizaciones, escuela racionalista), una generación que quiere saber y que no tiene el trauma de la derrota y la humillación que marcó a los vencidos y a sus hijos. De hecho, muchos nietos de gente a la que entrevisté en mis investigaciones vienen hoy a pedirme las grabaciones en que intervienen sus abuelos.
Paralelamente, hay un fuerte movimiento universitario y municipal que intenta frenar la derechización institucional, promoviendo la memoria de todo aquel mundo que fue arrasado en 1939.
P. ¿Realmente estos guerrilleros fueron tan populares como hoy su leyenda nos hace creer que lo eran?
R. El maquis siempre tuvo la astucia de buscar acciones espectaculares y populares que dejaran patente que había oposición y oposición armada al Régimen. Al margen de los aspectos novelescos de sus atracos, estos guerrilleros castigaban precisamente a los más arrogantes de los vencedores: somatents, falangistas, estraperlistas; también a patronos señalados por la CNT: cuando alguno se propasaba, recibía por correo un sobre con una bala y se daba por advertido.
Por eso, la Barcelona del maquis tenía una frontera clara, que era la Diagonal: al norte estaba el territorio enemigo.
Todo esto tiene un reflejo perfecto en la prensa de la época. Mientras la «seria» hablaba escuetamente de «bandoleros», las cabeceras sensacionalistas como El Caso o Por qué se recreaban en la crónica negra que, por cierto, alimentó buena parte del cine de la época y de las novelas de género. De esta forma, se escribió camufladamente la historia de las acciones del maquis.
Por lo demás, el socorrido boca a boca se constituyó en el mejor difusor del constante trasiego que fue la vida del maquis desde 1946 hasta bien entrados los años 50.
P. Catalunya fue uno de los territorios con mayor implantación del maquis ¿Esto fue debido a la vecindad de la frontera francesa?
R. Sin duda, la proximidad de Francia facilitaba una buena base de operaciones. Pero también la fuerte implantación del anarcosindicalismo en Catalunya facilitó tantas acciones.
Los grupos contaban con guías locales Marcelino Massana, Ramón Vila, Denís Català que no solían pasar de Berga o Manresa. La parte de acción urbana quedaba para gente como Facerías, los hermanos Sabaté o el grupo Los Maños, gente que sabía moverse por la ciudad, bien vestidos y con la metralleta en el maletín. Se podría decir que el maquis urbano es casi un fenómeno autóctono, frente a otros casos como el vasco o el aragonés, eminentemente rurales. Hasta el punto de que gente como Quico Sabaté, paradigma del militante formado en CNT y luego luchador en el frente, estaba convencida de que Barcelona, con su viejo sustrato de militancia anarcosindicalista, volvería a ser la Rosa de foc desde la que relanzar todo el Movimiento Libertario.
P. ¿En qué época se sitúa el fin del maquis? ¿Es Defensa Interior su continuadora natural?
R. Los asesinatos de Quico Sabaté en el 60 y de Ramón Vila, Caracremada, en el 63, marcan el fin de esta guerrilla. Defensa Interior, en efecto, es una experiencia distinta que continuó con la lucha del maquis. DI supuso la irrupción de una nueva generación que no vivió la Guerra ni se formó en el rico tejido social que la precedió.
P. Y aquí se reanudó un viejo conflicto con parte del anarquismo exiliado en Francia que, como en el caso de la FAI, dio la espalda a la lucha del maquis e, incluso, intentó frenarla.
R. Como es lógico, por imperativos vitales, el Movimiento Libertario del Interior, aglutinado en torno a Manuel Molina y Lola Iturbe, y el del Exterior, representado por Federica Montseny y Germinal Esgleas, tenían ópticas muy distintas a la hora de entender la vivencia de la lucha. Ahora bien, nunca se perdió una afinidad casi familiar, un contacto humano que unificó las bases de todos los sectores.
En todo caso, hay que tener en cuenta que, tras el 39, la familia ácrata se dispersa por el Globo y esto facilitó que hubiera intentos de capitalizar la voz del Movimiento.
P. ¿Cuál es la aportación de tu libro, Clandestinos?
R. He pretendido huir de los grandes nombres para poner el acento en el hecho de que estamos hablando de un movimiento coral, integrado por mucha gente anónima que se lo jugó todo en la lucha. En Clandestinos se refleja su difícil día a día, con la quema de masías, la Ley de Fugas aplicada a los guerrilleros tanto como a sus familiares, etc.
También he intentado ampliar el rastreo de fuentes. De hecho, tras muchos esfuerzos, conseguí acceder a los archivos policiales y ahí pude contrastar los fantasmas de los perseguidores con los de los perseguidos. Por cierto, las fichas de la policía niegan la versión oficial del simple bandolerismo, pues la filiación libertaria de los guerrilleros está siempre presente.
Otra fuente importante a la que he tenido acceso es el Archivo Histórico de Hospitalet, donde se guardan las denuncias y antecedentes de los llamados «rojos». Gracias a este material, he podido reconstruir las biografías de gente de aquellos grupos, desde Quico Sabaté hasta miembros de mi propia familia.
Por último, con Clandestinos he pretendido hacer una obra de divulgación y no una monografía técnica. Porque lo interesante es que el maquis no pertenezca sólo a la memoria de un grupo o al saber de una minoría profesional, sino que entre por fin en la memoria colectiva. Eso sí, sin olvidar las particularidades de este movimiento: que estuvo integrado mayoritariamente por anarquistas organizados en grupos de afinidad tendencia que ya arranca de la Alianza bakuninista y sin jerarquización ni dirigismo; que su carácter fue generalmente ofensivo, frente al caso de otros maquis, siempre replegados y defendiéndose del acoso policial y militar, echados al monte; que este carácter ofensivo lo relaciona con los distintos intentos del Movimiento Libertario encaminados a matar a Franco, lo cual también es coherente con la trayectoria magnicida del anarquismo; y que no se puede acusar a los maquis de ingenuidad política, ya que su lucha siempre estuvo encaminada a posibilitar la recuperación de condiciones objetivas desde las que reconstruir todo el tejido asociativo, educativo y sindical, que el anarquismo había construido en la Península.
No hay comentarios:
Publicar un comentario