Extraído de “El Periódico del Magro”, Nº 43.
La lucha guerrillera contra Franco, el Maquis, fue tan cruel que oficialmente nunca existió: los guerrilleros -en su mayor parte militantes comunistas- aparecieron ante la opinión pública como meros bandoleros que habían hecho de la violencia un medio de vida,
y aunque en los primeros tiempos recibieron el apoyo de la población rural, la represión (sobre todo) y la propaganda oscurecieron el carácter político de una insurrección armada que duró ocho años y cuyo objetivo fue la restauración democrática en el único país europeo en que había sobrevivido un régimen fascista después de la segunda guerra mundial. Requena-Utiel y La Valle fueron escenario de una intensa actividad guerrillera aquellos años. Fueron muchos los comarcanos que se implicaron en ella. Una lucha a muerte y sin cuartel que sigue clavada con estacas en el corazón de quienes la vivieron.
"Pedro, que era el jefe del 11º sector, y yo esperábamos al alcalde de Sinarcas, porque queríamos hablar con él. Estábamos en la cuneta de la carretera de Teruel, acurrucados. Era el mes de julio. Yo llevaba la pistola metida dentro del mono. Le vimos aparecer, iba montado en un burro y detrás iba otro. "¿Y ése?". "No le conozco", dijo Pedro (Francisco Bas). Yo salí a la carretera y agarré el ronzal del burro, para detenerlos. Me di cuenta de que el que iba detrás estaba muy pálido. Era muy alto, no decía nada y estaba blanquísimo. Saludé al alcalde y apenas habíamos empezado a hablar cuando por el rabillo del ojo me vi una pistola del 9 largo, apuntándome a bocajarro. Me disparó... iY falló! Claro, según vi la pistola me puse a dar brincos y los siguientes disparos también los falló. Yo ya pude sacar la mía y allí nos liamos a tiros, salió el burro por un lado y ellos por otro. Luego pensándolo me di cuenta de que el hombre aquél sí me conocía, claro, "El Grande". Yo ya tenía mucha fama y aquel hombre estaba tan asustado de verme y le tembló tanto la mano que marró el tiro. Luego los camaradas me decían que me desnudara, "es imposible que no te haya dado", pero el caso es que no me dió".
Florián García, Grande, ríe recordando aquel lance ocurrido en 1948, en pleno auge del maquis. Florián es hoy un vejete de 82 años amable y pequeño -de ahí el apodo que recibió de sus compañeros-, y si no fuera por esa mirada de fuego tras unas gafas de gruesos cristales nadie diría que fue uno de los maquis más legendarios. Comandante regional de la Agrupación Guerrillera de Levante (AGL), fue el único mando que permaneció al frente de sus hombres durante todo el periodo guerrillero. Los demás fueron muriendo o siendo apresados. "Yo era muy precavido, fíjate que en los seis años que estuve en el monte no me desnudé nunca, tampoco dormí bajo techado y siempre fui armado". Segoviano, se había incorporado al maquis a principios del 46, aprovechando una condicional con la que había salido del campo de concentración de Albatera (Alicante), donde estaba preso desde 1939.
Militante del PCE -en la guerra luchó en la brigada Galán y llegó a ser capitán de Carabineros-, en Chelva entró en contacto con la partida de El Capitán, que se escondía en los montes de Benagéber. Después participó en la reunión que diversos cabecillas mantuvieron en abril del 46 en las Cuevas del Regajo (sierra de Javalambre), en la que se creó la AGL. Jalisco o El Manco de la Pesquera, dos de los maquis más conocidos por estos lares, estuvieron a sus órdenes, y los conoció bien: "Jalisco fue muy carismático, se mantenía sereno en las peores circunstancias. Le pasó una cosa muy curiosa con otro que ahora vive en Praga y que conocíamos como El Chaval: los cercó la guardia civil en una casa de Alberique, una patrulla que iba mandada por un comandante. Allí estuvieron aguantando los tiros y al final pudieron escapar a base de lanzar granadas de mano. Fue la sangre fría, porque si no, no salen. Creo que mataron al comandante".
"En otra ocasión íbamos unos cuantos camaradas a poner explosivos en un tren que iba con material militar. Vimos una pareja de la Guardia Civil y nos escondimos entre los vagones. Dio la casualidad de que uno de los guardias iba cantando: "jAy Jalisco, no te rajes... !" y Jalisco murmuraba: "Ahora lo verás, si me rajo" y cuando ya iban lejos hizo explotar las bombas. jCorrían que se las pelaban, los pobres!".
La AGL se estructuraba en tres sectores, el 5°, el 11° y el 17°. Controlaba las provincias de Teruel, Cuenca, Castellón y Valencia, siendo el 5° sector el que englobaba nuestras comarcas. Cada sector se componía de brigadas, batallones y compañías y había una estructura jerárquica militar. El primer comandante de la AGL, designado por el PCE -alma mater de la lucha guerrillera- fue Andrés (Vicente Galarza, natural de Buñol, fusilado en julio de 1947). Grande fue nombrado jefe del 11° sector, Rodolfo (Manuel Torres) del 5° y Pepito e[ Gafas (Francisco Corredor) del 17°. Pero esto era teoría: en la guerrilla las cosas pasaban muy deprisa y en enero del 47, tras la muerte de Rodolfo, el 5º sector se adhirió al 11°. Había un permanente trasvase de guerrilleros entre los sectores y en el seno de éstos y los jefes cambiaban continuamente. Además, las distintas secciones solían actuar por su cuenta. Puede decirse que tanto el 5° como el 11° sector actuaron indistintamente en nuestra zona.
Simpatía y represión
La guerrilla conoció sus momentos álgidos en 1946-48. Antes se había dedicado a sobrevivir y dar golpes de mano de corte económico. De extracción mayoritariamente rural, contaba con la simpatía de la gente del campo, que informaba puntualmente de los movimientos de la guardia civil y proporcionaba suministros regularmente. De ahí que la Guardia Civil centrara sus esfuerzos en reprimir esta ayuda. El acoso a los "puntos de apoyo", en forma de detenciones masivas y torturas, se fue haciendo asfixiante, de forma que muchos colaboradores acabaron echándose también al monte. Por eso, una vez creada la AGL, llegó a contar hasta con 450 guerrilleros, propiciando los ataques de mayor envergadura.
Pero lo que parecía un progreso acabó siendo un factor clave en la descomposición de la lucha guerrillera. Precisamente uno de los primeros en advertir esta paradoja fue Jalisco: a medida que el número de combatientes aumentaba, las redes de información y suministro se destruían, aislando a la guerrilla y haciendo todo mucho más difícil.
Ley de fugas
El gobierno endureció las medidas contra la población civil promulgando la Ley sobre Delitos de Bandidaje y Terrorismo (la famosa ley de fugas), mediante la cual la jurisdicción militar podía sancionar con la muerte la mera omisión de denuncia de hechos relacionados con el maquis; se prohibió el tránsito por los caminos rurales al oscurecer y se dio licencia a la GC para disparar sin previo aviso sobre los sospechosos. Asimismo, en Levante se decretó el estado de guerra y se llevaron a cabo deportaciones de los habitantes de caseríos hacia el litoral:
Por su parte, la GC también cambió de estrategia: en lugar de mover fuertes contingentes multiplicó el número de cuarteles y organizó las "contrapartidas", guardias disfrazados de maquis que llevaban el mismo sistema de vida y que actuaban igual que ellos, con una doble finalidad: obtener información y romper la unión entre pueblo y guerrilla, cometiendo actos vandálicos de los que se responsabilizaba a ésta. La estrategia sembró además la desconfianza entre las diversas partidas, en las que ya había de por sí algunos delincuentes que distorsionaban la acción subversiva.
Al trienio 46-48 corresponden algunas de las acciones más espectaculares llevadas a cabo en la comarca: el 10 de diciembre de 1946, 17 guerrilleros asaltaron la oficina de Recaudación de Requena. Avisada la guardia civil, salió en su persecución. Los guerrilleros se habían refugiado en un campamento ubicado en el barranco de los Chorrillos, en Hortunas. Una pareja sorprendió en el monte a Bienvenido Cardona, hermano de Jalisco, al que mató.
En los primeros meses del 47 la acción se recrudece: a un ataque lanzado en enero por la GC contra el campamento de Fuenteolmedilla, en La Pesquera, en el que mueren nueve guerrilleros varios guardias resultaron heridos, el maquis responde matando a un agente el 1 de febrero en Mira. El 17 de marzo hacen explotar un tren en Siete Aguas; al día siguiente estallan nuevas cargas en la vía férrea, y los guerrilleros detienen un camión de la guardia civil en la carretera, en el término de Requena. La GC abrió fuego matando a Peñaranda, un maqui de Los Isidros del que sólo se sabe que tenía 28 años. También murió el guardia Francisco Muñoz. El grupo de Jalisco asaltó ese año la taquilla de la plaza de toros de Requena en plena corrida y tomó durante unos días Venta del Moro y Los Isidros.
Pero la represión comenzaba ya a ser mayor de la que se podía soportar. Durante el verano, la GC descubre el campamento guerrillero de Nieva, en Benagéber; tras un tiroteo de más de cuatro horas, nueve guerrilleros habían muerto y dos más estaban heridos. También cayeron 8 guardias. Se practicaron más de cien detenciones en toda la comarca y familias enteras fueron torturadas en Arrancapinos (Paterna). El terror cundió y los puntos de apoyo se fe.
Declive y evacuación
Frente al propósito del PC de continuar con la lucha armada, los guerrilleros empiezan a darse cuenta en 1948 de que han perdido la batalla. "Desde el 48 nos limitábamos a defendemos y a organizar la evacuación general hacia Francia", recuerda Grande. "La idea era esperar a los compañeros, cubrir su retirada. Así estuvimos hasta el 52, cuan- do el partido dio la orden definitiva". Continúan las voladuras en el ferrocarril y los atentados, pero son cada vez más escasos. El 19 de junio, un grupo encabezado por Luis Guerra Pedro toma la estación de El Rebollar, desaloja el tren, bloquea el sistema de frenos, lo incendia y lo lanza hacia Valencia. El tren descarriló en Buñol.
Tras el asalto de la GC al campamento guerrillero de Santa Cruz de Moya el 7 de noviembre de 1949, en el que murieron 12 de los 13 guerrilleros, los hechos se precipitan. Se multiplican las deserciones y traiciones. Aún el 23 de enero de 1950 una partida secuestra en Venta del Moro al coronel de Infantería A. del Amo y le obliga a pagar 200.000 pesetas por su liberación, pero la derrota es un hecho: en 1951 la GC asalta el campamento de El Manco de la Pesquera en Mira, y mata a tres guerrilleros. El PC acusa al Manco de provocar el ataque.
A finales de abril de 1952, la AGL prepara la evacuación dividiéndose en dos grupos: uno viajará en tren y el otro a pie. El primer grupo es descubierto y sus miembros detenidos. El segundo es atacado cerca de Cofrentes, en el campamento. Muere Emilio, enlace del buró político del PC, y El Manco es herido y capturado (después delataría a sus compañeros). Dirigida por Grande y guiada por El Chaval, lo que queda de la AGL -unos 30 hombres- consigue llegar al cabo de un mes a Francia. En el camino no tuvieron ningún encuentro con el enemigo: la GC los esperaba en los pasos lógicos del trayecto, pero el grupo se extravió varias veces. Eso les salvó la vida.
5.560 bajas
La guerilla se mantuvo activa desde el final de la guerra civil hasta la muerte en 1963 de Ramón Vila Caraquemada, en la provincia de Barcelona. Pero en sentido estricto -obedeciendo a una estrategia y actuando como una organización- su vigencia se restringe a 8 años, de 1944 al 52. El objetivo era prender la llama revolucionaria que moviera al pueblo a derrocar a Franco o, al menos, obligar a los vencedores de la guerra europea a reponer la democracia en España.
Planeada y dirigida por el Partido Comunista en el exilio, el grueso de los guerrilleros eran militantes que o bien se echaron al monte tras la rendición del ejército republicano, o bien habían luchado con el maquis francés durante la 2 GM, infiltrándose después en España para dirigir la lucha armada (este contingente era conocido como "los diplomados" por su preparación cultural, política y militar). Otros componentes de la guerrilla fueron anarquistas, represaliados, colaboradores quemados y, finalmente, delincuentes que se refugiaban en las partidas de la acción de la justicia.
Aunque confusos, los datos que manejan los historiadores indican que entre 1943 y 1952 por la guerrilla pasaron unos 10.000 hombres (6.000 militantes del PC) y cometieron 953 asesinatos, 538 sabotajes, 5.963 atracos y 845 secuestros en toda España. Tuvieron 1.826 encuentros con la GC, con 2.173 muertos y 467 capturados. Además se entregaron otros 546 guerrilleros y 2.374 más fueron detenidos. En total, 5.560 bajas.
Por parte de la guardia civil, las bajas bailan desde el millar que apunta Hartmut Heine a los 257 muertos y 370 heridos que admite el propio cuerpo. En el periodo señalado se realizaron 19.444 detenciones entre la población civil.
De las seis Agrupaciones Guerrilleras creadas (Galicia-León, Asturias-Santander, Centro, Extremadura, Andalucía y Levante), esta última se distinguió por su conciencia ideológica y por su grado de organización, además de ser la más activa. Fernanda Romeu ha constatado al menos 245 bajas en la misma -76 muertos en combate y 45 desertores, entre ellos-, y provocó 40 en la GC: 4 oficiales, 10 suboficiales y 26 guardias.
La AGL editó el periódico "El Guerrillero", que alcanzó tiradas de hasta 5.000 ejemplares, y mantuvo una escuela guerrillera ubicada en los Montes Universales, cerca de Tormón. Fue dirigida por Pepito el Gafas y Antonio (Ángel Fuertes), y formó a dos promociones (50 hombres) antes de ser desmantelada por la GC en abril de 1947.
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