Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Madrid.
HISPANIA NOVA Nº1 26/03/98
Resumen: El concepto de memoria histórica y no sólo la noción de experiencia vivida o la existencia de convulsiones políticas fundacionales resulta decisivo para delimitar la historia del tiempo presente. La memoria histórica permite, además,
a aplicación a la reconstrucción del pasado de los nuevos supuestos de la historia política, así como facilita el diálogo entre los campos de la historiografía en el tiempo presente.
Palabras claves: Historiografía, Memoria Histórica, Historia política, Historia del Tiempo Presente.
Abstract: The author proposes to establish Contemporary History throuhg the Historical Memory concept in front of living experience or fundational fact judgements. The Historical Memory concept allows the New Political History works in near past.
Key Words: Historiography, Historical Memory, Political History, Contemporary History.
"La memoria ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas". Jacques Le Goff2
En 1992 Jean F. Sirinelli se interrogaba acerca de las dificultades existentes para aplicar los presupuestos renovadores de la nueva historia política al tiempo presente. Si la esencia de esos nuevos presupuestos eran categorías como cultura política y generaciones, así como el diálogo de lo político con campos de la historia como lo social y lo cultural, la proximidad cronológica y el carácter de tiempo corto que implica el tiempo presente dificultaba el avance del estado de la cuestión historiográfico3.
Me parece que para resolver la duda del método de Sirinelli hay que hacer varias precisiones. En primer término, como ha señalado el filósofo Paul Ricoeur, pero no con el mismo sentido, historia del tiempo presente no es equivalente a historia del pasado reciente o inmediato. A mi juicio, la historia del tiempo presente, como el resto de especialidades historiográficas, estudia preferentemente procesos históricos que, aunque sean recientes, están ya cerrados o para los que existe una mínima distancia cronológica. Esta distinción entre tiempo presente e historia inmediata no es compartida por el conjunto de los historiadores "presentistas" pues si lo que se pretende es explicar es el presente, los orígenes de nuestros días, no se puede excluir el pasado más inmediato, coetáneo4. Una discusión que nos conduce a la idea de retrodicción destacada por E.H. Carr en el clásico ensayo ¿Qué es la historia? de 1961 en el sentido de que la historia analiza las consecuencias de los hechos, de procesos cerrados, para los que existe suficiente distancia cronológica. Esto no implica que la historia más inmediata carezca de legitimidad o de razón de ser pero, a las clásicas prevenciones profesionales sobre la distancia cronológica, estudio de proceso abierto y carencia de fuentes primarias, cabría añadir la falta de fijación del pasado como tal pasado, como memoria autobiográfica e histórica. Además esta opción por lo más inmediato nos podría conducir hacia productos posmodernos como la ficción literaria y la prospectiva. El pasado más inmediato no suele cristalizar como memoria autobiográfica sino después del transcurso de cierto tiempo, constituyendo en todo caso la experiencia vivida un material para la ficción literaria. Como ha señalado el poeta y editor Carlos Barral, "la experiencia se va adelgazando y haciendo borrosa y desfigurada según se acerca al presente, que naturalmente es sordo y ciego desde el punto de vista de la memoria"5.
Por otro lado, la historia del tiempo presente se interesa por los orígenes de ese tiempo presente desde diversas perspectivas no sólo la que atañe a lo político, entendido como algo más amplio, abierto al comportamiento y las representaciones, que la noción tradicional de la política.
Los criterios de periodización de la historia del presente han partido habitualmente de acontecimientos nodales, de hechos fundadores ligados a una gran convulsión política (una guerra, una revolución,..) que afecta de manera decisiva a una determinada historia nacional. No deja de resultar significativo que la noción de tiempo presente se esté desarrollando en países de Europa continental o de Iberoamérica afectados por acontecimientos que aparentemente significaron fuertes rupturas históricas. La configuración de esta especialidad surge, precisamente, en países donde la historia contemporánea sigue institucionalizada en torno a un origen remoto como es hoy las revoluciones liberales y la independencia de América. La pérdida del sentido originario del término contemporáneo y la existencia de convulsiones históricas más cercanas (el período de entreguerras en Europa o la caída del bloque soviético) ha conducido sobre todo en Francia a una reflexión sobre las fronteras del tiempo presente. Hoy en día, a pesar del transcurso de más de cincuenta años desde 1945, si examinamos la producción historiográfica del Instituto de Historia del Tiempo Presente (IHTP) de París, fundado en 1978 como continuación del Comité de estudios de la segunda guerra mundial en Francia, veríamos un predominio de los contenidos referidos a temas como la resistencia o el colaboracionismo al nazismo. De hecho, más de la mitad de los cuadernos monográficos del IHTP entre 1990 y 1996 siguen dominados por estos contenidos. No sólo la historiografía "presentista" francesa está todavía muy marcada por la ruptura de la guerra mundial sino que éste es un tema de consumo inmediato de la sociedad a través de los medios de comunicación e incluso la justicia.
Nada parecido existe, en cambio, en el Reíno Unido o los Estados Unidos de América donde la fundación de la modernidad se aleja en el tiempo hasta el siglo XVII o XVIII. En todo caso la noción de tiempo presente equivale en estas naciones a la de historia contemporánea, a la historia del siglo XX. En los años sesenta Geoffrey Barraclough escribió una Una introducción a la historia contemporánea en la que definía la contemporaneidad como un proceso histórico, sin una frontera cronológica clara, iniciado en la época de los imperialismos después de la retirada de Bismark y que llegaba hasta sus días, al momento de la presidencia de Kennedy6. En otras palabras, Barraclough definía el inicio de la contemporaneidad, del tiempo presente, a partir del momento en que los problemas actuales salían por primera vez a escena. Más recientemente, Eric Hobsbawm ha definido a la Primera Guerra Mundial o incluso a la etapa del imperialismo (1870-1914) como un tiempo de frontera entre la historia y la memoria. En efecto, la memoria familiar de Hobsbawm estaba asociada a ese tiempo del imperio austro-húngaro y, además, destacaba el hecho de que los principales personajes históricos protagonistas del siglo XX (Stalin, Churchill, Hitler,...) hubieran nacido durante la era del imperialismo. De este modo, la periodización del tiempo presente parte no sólo de acontecimientos fundadores sino del estudio del proceso histórico definido por los orígenes, desde todas las perspectivas no sólo la que atañe a la política, de nuestros días.
Sin embargo, me parece que la clave para aplicar los presupuestos teóricos de la nueva historia política al tiempo presente reside en la noción de memoria histórica7. A mi juicio, la noción "halbawchsiana" de memoria histórica, en su acepción de memoria histórica colectiva de las organizaciones y asociaciones humanas, resulta asimismo decisiva para la periodización de la historia del tiempo presente8.
No voy a entrar en el desarrollo de la historiografía, iniciada por Pierre Nora9, sobre los lugares de memoria, estrechamente asociada a la noción de memoria histórica de la sociedad pero también a la noción de memoria oficial y política de la memoria10. Me parece que el análisis de la memoria social y de la política conmemorativa tiene más interés para el estudio de temas como la construcción de una identidad nacional o, en todo caso, para el análisis de la propaganda y/o política cultural ligada a la acción de gobierno11. Para Nora existe una "íntima relación a establecer entre la historiografía, el patrimonio, la política, las singularidades, los modelos sociales, los lugares de memoria y la representación del espacio"12. Ejemplos de historiografías nacionales directamente influidas por las líneas de investigación del equipo de Nora, en torno a lugares de encuentro como la revista Le Debat, son las historiografías de Bélgica, México, España y, en menor medida, algunos estados poscomunistas del este de Europa. Como ironiza el propio Pierre Nora los países latinos serían aficionados a la memoria histórica, gracias a una tradición de la memoria, frente a la existencia de una memoria de la tradición en los países anglosajones. En torno a la caída del Muro de Berlín en 1989 en varios países del Este de Europa se ha producido una eclosión de estudios sobre el retorno de la memoria histórica previa a la sovietización.
Para Francois Bedarida la noción de tiempo presente equivale al tiempo de la experiencia vivida por las diversas generaciones que coexisten en un determinado momento histórico13. Otros historiadores como Julio Aróstegui han insistido en la idea de coetaneidad, llegando a inclinarse por el término de historia coetánea14. La experiencia vivida no sólo atañe a lo que los sujetos han conocido directamente, la memoria autobiográfica, sino que una parte fundamental de esa experiencia la recibe el individuo como miembro de diversos grupos sociales de pertenencia y de referencia (a los que le gustaría pertenecer). No se trata simplemente de una tradición, de una invención del pasado como diría Hobsbawm, sino de la existencia de diversas memorias históricas colectivas. El afiliado de asociaciones, de partidos o de familias políticas pertenece también a un determinado grupo generacional cuyos héroes consagrados, lectura de textos canónicos, lenguaje y sociabilidad le distingue de otros grupos de la misma colectividad. Es decir ese miembro de un determinado partido político comparte una memoria histórica específica con otros militantes de su mismo grupo generacional. Esa memoria histórica común es un componente de la cultura política. Esto significa que dentro de una misma formación o, más amplio, familia política pueden coexistir diversas culturas políticas atendiendo no sólo a la extracción social, la fracción o a la ideología sino a la pertenencia a diversos grupos generacionales.
Tanto Serge Berstein como Jean F. Sirinelli han otorgado un papel esencial a los "recuerdos históricos comunes" o a la "memoria específica" en la definición de las culturas políticas15. Para la nueva escuela de historia política francesa el estudio de las culturas políticas supone sobre todo reconstruir la historia de la memoria histórica. Se trata de abordar la memoria autobiográfica no sólo como fuente sino como objeto de investigación en sí mismo, es decir, de hacer una historia de la memoria colectiva. Uno de los inconvenientes del uso de la noción de cultura política es su habitual asimilación a la de familia política. Por el contrario, me parece que poco avanzaremos si equiparamos ambas nociones. Por ejemplo, Serge Berstein o Annie Kriegel tienden a asimilar ambas categorías en sus trabajos sobre las familias y culturas comunista o republicana radical. En cambio, creo que se pueden elaborar tipos ideales de culturas políticas que coexisten en el seno de una misma familia política16.
Por otra parte, como ha destacado Ricoeur el historiador es una parte de la producción, de la construcción de la memoria histórica17. Un texto historiográfico puede convertirse en ciertas circunstancias,- algo especiales, hay que reconocerlo-, en un texto canónico, en un libro de cabecera de uno o varios grupos generacionales de una familia política u otros colectivos. En este sentido, el veterano annalista Jacques Le Goff ha destacado como la "memoria, por lo que atañe a la historia, que a su vez la alimenta, apunta a salvar el pasado sólo para servir al presente y al futuro18.
La memoria individual autobiográfica se alimenta de la memoria histórica de la colectividad. Además de la condición de alimento mútuo existente entre las memorias individual y colectiva, la segunda es capaz de generar procesos de revisión autobiográficos, de modificación del recuerdo de la experiencia vivida. A este respecto puedo traer a colación el ejemplo de la biografía de Aurora Arnáiz Amigó. Esta profesora de Teoría del Estado de la Universidad Autónoma de México, nacida en Vizcaya, fue durante los años treinta directiva de las Juventudes Socialistas. El drama de la guerra civil en la que perdió a su hijo y a su marido, José Cazorla, gobernador de Guadalajara y miembro del Comité Central del PCE, le condujo a un apartamiento de su grupo generacional de pertenencia dentro de la JSU. Un desarraigo agravado por el exilio en México y el inicio de una nueva vida personal y profesional. El efecto life review que se produce a partir de cierta edad le llevó a una parcial superación de la afasia de su juventud republicana. Sin embargo, Aurora Arnáiz únicamente ha podido reconstruir ese trazo de su memoria autobiográfica mediante conversaciones con otros antiguos miembros de las JJ.SS de preguerra en España como, entre otros, Francisco López Real19. En este caso la memoria de la experiencia vivida estaba sepultada por el dramatismo de su experiencia de 1939. Apenas existía un antes o un después inmediato. La memoria de la muerte sepultaba otras experiencias anteriores. Como ha puesto de manifiesto el escritor y político Jorge Semprún el olvido del holocausto era la condición necesaria para sobrevivir, para la vida20.
Otro ejemplo de memoria de la muerte que sepultaba otras experiencias inmediatas es el de otra joven socialista, Palmira Marcos Abascal, presa en España hasta 1961. La muerte de su padre y de su novio, dirigentes socialistas de Cabárceno (Cantabria) en 1937, y su condena a muerte en marzo de 1942, acusada de complicidad con un grupo de emboscados armados liquidado entre octubre y diciembre de 1941, ha conllevado el enterramiento de otras experiencias de su biografía21.
Un problema que puede plantearse es la delimitación conceptual entre memoria histórica colectiva y política de la memoria o, en otros términos, los injertos de memoria conmemorativos. Como ha puesto de manifiesto Angelo Pannebianco la identidad de los miembros de una formación política está estrechamente asociada a las fundaciones, refundaciones o reestructuraciones 22. Es decir se trata de averiguar hasta qué punto la memoria histórica colectiva tiene su principal basamento en la propaganda conmemorativa o es algo relativamente independiente de la misma.
Diversos sociólogos como Barry Schwartz o Gerard Namer han insistido en el carácter selectivo de la memoria histórica de las organizaciones. Además de mostrar falsas continuidades, la selección de hechos y personajes del pasado permite asegurar la identidad del grupo, descartando lo que no resulta coherente con el presente de una formación.
A mi juicio, al margen de los injertos de memoria oficial coexisten diversas memorias históricas colectivas y, por tanto, culturas políticas. Para ello resulta decisivo el concepto de memoria dominante y memoria hegemónica23. La política conmemorativa del grupo dirigente dominante puede ser incongruente con la memoria hegemónica de uno o varios grupos generacionales de la organización de la base de un formación política. Es decir por muchos injertos conmemorativos que se realicen sobre políticos como Antonio Cánovas del Castillo, Adolfo Suárez o Manuel Azaña, la memoria histórica hegemónica dentro del actual Partido Popular seguramente está más estrechamente ligada, y puede resultar contradictoria, con la vinculada a la trayectoria política de Manuel Fraga desde 1962 y, sobre todo, con la herencia de la derecha autoritaria. A menudo esta contradicción entre la memoria oficial dominante y la hegemónica en el seno de una organización política o sindical suele producirse en los momentos de crisis interna y refundación.
Un ejemplo interesante fue la situación que se produjo en el seno del PCE a partir de la condena de la intervención soviética en Checoslovaquia en 1968 y la definición de la estrategia eurocomunista. Esta estrategia conllevaba un pase a segundo plano de la experiencia del protagonismo del PCE en la guerra civil y la resistencia guerrillera. En 1974, un veterano de la guerra en el Norte, Juan Ambou, se quejaba no sólo de las nuevas relaciones con la URSS sino sobre todo del enmascaramiento de la experiencia de la guerra civil, definida todavía por la vieja guardia como guerra popular de liberación nacional, y del abandono de la conmemoración de la defensa de Madrid en 193624. Posiblemente, hacia los años setenta no existía una fuerte contradicción entre las memorias dominante y hegemónica comunistas pero, sin duda, el enmascaramiento y el abandono de los eventos sobre la guerra civil dentro de la política cultural del PCE fue un importante factor desencadenante de las diversas fracturas prosoviéticas.
Como ha puesto de manifiesto Jon Juaristi el universo de lo simbólico, de la memoria histórica colectiva, tiene todavía más importancia en el seno de familias políticas como las nacionalistas democráticas o la socialista donde no existe ya un fuerte debate ideológico25. A menudo el presidente del PSOE, Ramón Rubial, y el denominado sector guerrista, han definido al socialismo no sólo como una ideología sino como un sentimiento, una determinada apelación a historias del pasado, a héroes consagrados y momentos estelares. En el refundado PSOE de posguerra no fue casual la constante invocación de Pablo Iglesias, que intentaba sepultar la experiencia y la memoria sobre los dirigentes de la guerra civil, en primer lugar al doctor Juan Negrín. Después de 1944 las diversas antiguas tendencias socialistas, recién aglutinadas, olvidaron la conmemoración de la victoria del Frente Popular de febrero de 1936 e incluso relegaron a un discreto segundo plano a la de Octubre de 1934 para insistir, en cambio, en el aniversario de la muerte de Pablo Iglesias o de la proclamación de la Segunda República.
Para finalizar quizá convenga insistir sobre el concepto de memoria histórica colectiva. Sobre todo resulta necesario diferenciarlo respecto a la noción de depósitos de memoria. Cada grupo y organización posee diversos depósitos de memoria histórica. Sin embargo, la memoria histórica colectiva se refiere sólo a aquellos hechos, ideas y personajes del pasado que tienen influencia en el presente o durante un periodo concreto de la trayectoria de esa agrupación.
Cabe explicarlo con un ejemplo. Sin duda la figura del "apóstol" laico, del "abuelo" fundador de los socialistas, Pablo Iglesias, resulta uno de los personajes más importantes dentro de los depósitos de memoria de las organizaciones socialistas. La apelación a la memoria de Iglesias tuvo un significado decisivo en la trayectoria de los socialistas entre 1925 y 1979, en la memoria histórica colectiva de las diversas generaciones militantes que coexistían en un momento dado de esos cincuenta años. Sin embargo, para la trayectoria posterior de los socialistas ha resultado más significativa la apelación a las experiencias de exilio y clandestinidad, culminadas en el último Congreso del partido socialista en el exilio en la localidad francesa de Suresnes en octubre de 1974. Esas experiencias eran más congruentes para un periodo de aglutinamiento de buena parte de la izquierda antifranquista en el seno de las siglas centenarias que la conmemoración de la personalidad de Pablo Iglesias. Las experiencias de exilio/clandestinidad se focalizaron en Suresnes porque este acontecimiento "refundacional" coincidía con la definición de un nuevo liderazgo que permitía que no existieran contradicciones entre la política de la memoria de la dirección socialista, la memoria dominante, y las diversas experiencias antifranquistas, en su mayoría fuera del PSOE y de la UGT, de los nuevos cuadros militantes de las organizaciones26. Además esa reiteración de Suresnes suponía, en buena medida, la cristalización simbólica de la generación antifranquista de 1956-1968 en torno a una memoria histórica común se hubiera vivido o no directamente el Congreso.
Pese a lo señalado, las nuevas tendencias del género biográfico, influidas por Chartier y Le Goff, tienden a ampliar el tiempo de la reconstrucción biográfica al período en que persiste la memoria autobiográfica, además de la memoria colectiva, de los otros sobre el personaje objeto de la investigación. Es decir una hipotética biografía de Pablo Iglesias podría incluir un capítulo sobre la memoria de sus coetáneos. La tercera generación de socialistas nacidos en torno a 1910 tuvieron experiencia directa, en el momento de su definición como colectivo, de los últimos años de vida de "el Abuelo". Hoy en dia todavía viven algunos representantes cualificados de esa tercera generación de socialistas por lo que se podría decir metafóricamente que la figura del "apóstol" laico socialista no ha sido definitivamente enterrada pese al transcurso de más de setenta años desde su muerte. Algo parecido se podría señalar sobre la memoria sobre el estadista y político conservador Antonio Maura. ¿Significa esto qué el tiempo presente se puede dilatar todavía al momento de la dictadura de Primo de Rivera?. Seguramente, además, algunas fuentes primarias diplomáticas o militares no son todavía accesibles para acontecimientos anteriores al periodo republicano y éste es otro de los criterios para delimitar el tiempo presente. De todas maneras el tiempo posterior de la segunda república y de la ruptura histórica de la guerra civil todavía produce memoria autobiográfica y literatura histórica pero esa experiencia tiene ya un peso relativamente reducido en la actualidad a diferencia de lo ocurrido durante la transición democrática durante los años setenta. A mi juicio, a pesar de las conmemoraciones del centenario del desastre de 1898 o del impacto de la ruptura de la guerra civil, la memoria histórica hegemónica de los españoles se sitúa en el punto de inflexión que trajo consigo el Plan de Liberalización y Estabilización económica de 1959 en la Historia de España. Un tiempo histórico que culmina con la integración en Europa a mitad de los años ochenta. Esos treinta años constituyen el periodo cerrado del pasado reciente español que tiene mayor influencia en el presente mientras que los últimos diez años son el terreno de la historia inmediata y del periodismo de investigación. Desde luego, ninguna formación política española posee una memoria histórica hegemónica ni una política de la memoria basada en las experiencias de la guerra civil y de sus consecuencias inmediatas de represión y exilio. Algo parecido se podría decir del México de la revolución y de su diferencia respecto a influencia en el presente de momentos posteriores como la era del presidente Cárdenas y sobre todo de la crisis asociada con los sucesos de Tlatelolco. Como hemos visto, no basta la existencia de depósitos de memoria y una política de gestión del pasado sobre personajes como, por ejemplo, Cánovas o Napoleón para situar el comienzo del tiempo presente en esas épocas27.
La fuente oral resulta una excelente vía de acceso a las nociones de memoria histórica colectiva y cultura política en la historia del tiempo presente. Su importancia se acrecienta en la medida en que el pasado reciente no haya cristalizado todavía como memoria autobiográfica. La debilidad de la literatura autobiográfica para el tiempo más inmediato solamente puede suplirse con la fuente oral. Acceder a la experiencia vivida autobiográfica y colectiva de un miembro de un grupo social o asociación humana en el tiempo presente depende, en buena medida, del recurso a la fuente oral. El estudio de la política de la memoria, de las conmemoraciones, puede darnos pistas sobre la existencia de una determinada memoria dominante en el seno de un partido político pero puede que no nos desvele cómo los diversos colectivos generacionales han vivido ese injerto de memoria histórica. Hay que tener en cuenta, además, que las generaciones resultan más permeables a los injertos de memoria histórica en el momento de su configuración, es decir, de su formación como colectivo generacional.
A modo de conclusión, se puede señalar que la noción de memoria histórica y no sólo la noción de experiencia vivida resulta decisiva para delimitar el tiempo presente. Además, este concepto permite la aplicación a la reconstrucción del pasado de los nuevos supuestos de la historia política, en especial, las categorías familia política, cultura política y generación, así como facilita el diálogo entre los campos de la historia en el tiempo presente.
Notas
1.- Alguno de los argumentos de este artículo fueron presentados en conferencias en la Universidad Iberoamericana de México y en los seminarios "Historia y memoria", Madrid, UNED, mayo 1997; "La Historia Contemporánea Hoy: Nuevas tendencias historiográficas", Melilla, UNED, septiembre 1997; y "La Historia del Tiempo presente. Teoría y metodología", Universidad de Cáceres, noviembre 1997. Al texto
2.- El orden de la memoria, Barcelona, Paidos, 1991, p. 134. Al texto
3.- Véase "Le retour du politique", Écrire l´histoire du temps présent, París, CNRS, 1993, pp. 263-274. Al texto
4.- Véanse, por ejemplo, las posiciones de Aróstegui, Julio, "Sociología e historiografía en el análisis del cambio social reciente", Historia Contemporanéa. Universidad del País Vasco, 4, 1990, pp. 145-172; y Tusell, Javier, "Historia y tiempo presente", Claves de razón práctica, 31, abril 1993. Al texto
5.- Tomado de Cuando las horas veloces, Barcelona 1981, p. 17. Barral escribió varios libros de recuerdos, derivando su escritura hacia la ficción según se iba acercando al presente en Penúltimos castigos, al modo del novelista Corpus Barga. Al texto
6.- Londres, Penguin, 1965. (En castellano, Madrid, Gredos, varias ediciones). Al texto
7.- Maurice Halbwachs, On Collective Memory, Introduction by Lewis A. Coser, Chicago, Chicago University Press, 1992 (ed. original póstuma en inglés, Nueva York, 1950). La noción de memoria histórica tiene, no obstante, dos tipos de inconvenientes. Por un lado, su frecuente utización por los medios de comunicación de forma harto imprecisa y, por otro, según la observación personal de Enrique Moradiellos, su confusa semántica en el idioma ingés. A su juicio, el termino "conciencia histórica", alejándole de su connotación marxista, sería el más adecuado. Al texto
8.- Véase Abdón Mateos, "La contemporaneidad de las izquierdas españolas y las fuentes de la memoria", en Alicia Alted (coord.), Entre el pasado y el presente. Historia y memoria, Madrid, UNED, 1996. Al texto
9.- Véase la introducción "Entre mémoire et histoire" en Pierre Nora (dir.), Les lieux de mémoire. I. La République, Paris, Galimard, 1984. Sobre la memoria social, véase Josefina Cuesta, Historia del presente, Madrid, EUDEMA, 1993. Entre las monografías de sociólogos.- Sobre la evolución generacional de la memoria histórica de la sociedad se pueden citar: David Lowenthal, The Past is a Foreign Country, Cambridge University Press, 1985; y Paul Connerton, How Societes Remember, Cambridge University Press, 1989. Al texto
10.- Un ejemplo de utilización de la noción de política de la memoria conmemorativa en los comienzos de la IV República francesa tras la segunda guerra mundial en Gerard Namer, Mémoire et societé, París, Meridien, 1987. Al texto
11.- En España la historiografía sobre los lugares de memoria es bastante reciente. Un estudio pionero fue el de Daniel Sueiro sobre la historia del monumento del Valle de los Caídos durante la guerra civil. Una contribución muy interesante es la tesis doctoral inédita de Cándida Calvo sobre la política de la memoria de la familia política tradicionalista, a través del control provincial del partido único y de la administración. Un resumen de la investigación en su artículo "Franquismo y política de la memoria en Guipúzcoa", en Entre el pasado y el presente, op. cit., pp. 163-182. También para el primer franquismo resultan de gran interés las actas del coloquio, coordinado por Carlos Serrano, Imaginaires et symboliques du franquisme, Bulletin d´Histoire Contemporaine de l´Espagne, 24, 1996, así como los libros de Miguel Cabañas sobre la política cultural del régimen dictatorial, por ejemplo, Artistas contra Franco México, UNAM, 1996; y de diversos autores sobre la enseñanza de la historia. Al texto
12.- Véase el número monográfico de Le Debat, 78, enero-febrero 1994, p. 188. Al texto
13.- Conferencia "L´Institut d´Histoire du Temps Présent. Origines, trajectoire et signification", Seminario Internacional Complutense Historia del Presente. Un nuevo horizonte de la Historiografía contemporaneísta, Madrid, octubre 1997. Al texto
14.- Vénase los artículos citados en nota cuatro. También se han utilizado de forma indistinta los términos historia reciente, del mundo actual, inmediata,... Al texto
15.- Véanse Serge Berstein, "Les partis", en René Remond, Pour une histoire politique, París, Seuil, 1985, pp. 80-82, y Jean F. Sirinelli, "El retorno de lo político", Historia Contemporánea, 9, 1993, pp. 30-31. Al texto
16.- Santos Juliá ha escrito numerosos ensayos acerca de la existencia de dos culturas políticas, reformista y sindical, en el seno de la familia socialista durante el primer tercio del siglo XX. Por mi parte, distingo tres tipos de culturas políticas en el seno de las diversas familias políticas de la izquierda española de posguerra, en Las izquierdas españolas desde la guerra civil hasta 1982. Organizaciones socialistas, culturas políticas y movimientos sociales, Madrid, UNED, 1997. Al texto
17.- Véase su contribución en Écrire l´histoire du temps présent, París, CNRS, 1993, pp.35-42. Al texto
18.- El orden de la memoria, p. 183. Al texto
19.- Testimonios personales, Madrid, septiembre de 1994 y México, octubre de 1995. Véase, también, Aurora Arnáiz, Retrato hablado de Luisa Julián. Memorias de una guerra, Madrid, Compañía Literaria, 1996. Al texto
20.- Véase su pecualiar libro de memorias, La escritura o la vida, Barcelona, Tusquets, 1994. Al texto
21.- Testimonio personal, Santander, noviembre de 1989. Sobre su trayectoria puede consultarse también el archivo de Solidaridad Democrática Española (Archivo de la fundación F. Largo Caballero). Al texto
22.- Modelos de partido, Madrid, Alianza, 1990. Al texto
23.- Para estas nociones, véase Paloma Aguilar Fernández, Memoria y olvido de la guerra civil, Madrid, Alianza, 1996. Al texto
24.- Juan Ambou, Los comunistas en la resistencia nacional republicana, Madrid, Hispanoamericana, 1978, pp. 320-326. Al texto
25.- El bucle melancólico. Historias de nacionalistas, Madrid, Espasa-Calpe, 1997. Al texto
26.- Véase Santos Juliá, Los socialistas en la política española, 1879-1982, Madrid, Taurus, 1997. Una interpretación diferente en mis libros, El PSOE contra Franco (Madrid, 1993); y La reconstrucción de UGT. Exilio y clandestinidad, 1939-1977 (Madrid, 1998, en prensa). Al texto
27.- El historiador de la Restauración borbónica de 1875, Carlos Dardé, afirma, siguiendo al filósofo Julián Marías, que éste es el comienzo del tiempo presente español, dada la persistencia a lo largo del tiempo de la política conmemorativa sobre Cánovas. Además de no existir memoria viva de sus coetáneos resulta dudoso que la conciencia, identidad o memoria histórica de la mayoría de los miembros del, refundado en 1989, Partido Popular tenga su base en la experiencia de liberalismo sin democracia del régimen político ideado por Cánovas del Castillo. Véase su artículo "Un siglo de interpretaciones (en el centenario de la muerte de Cánovas)", Revista de Occidente, 198, noviembre 1997.
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