EL MUNDO 25/09/1999
Izquierda Unida ha pedido en el Congreso la rehabilitación de los maquis, a quienes los expedientes del franquismo consideran «bandoleros y malhechores». Pero no fueron sino unos guerrilleros particulares que siguieron la guerra por su cuenta, desde Francia,
como pastores carlistas de izquierdas, como cabreros póstumos del antifranquismo. Ahora, se pretende reconocer su labor militar en la posguerra para que reciban pensiones. La gran oda menestral del maquis la hizo Pedro Olea en una película que tiene toda la temperatura de los cuarenta.
Después de haber denunciado «el golpe fascista de Franco», en el Congreso, salvo la abstención de Aznar, ahora Anguita, siempre un paso más a la izquierda, denuncia la condición delincuente y menesterosa en que todavía se mueven los viejos maquis que no fueron fusilados por «bandoleros y malhechores»: el lenguaje del franquismo era sinuoso y nunca definió a los maquis como luchadores políticos, sino que se les dejaba el rango en algo así como bandidos poco generosos. Está bien la iniciativa de IU, pero uno la haría extensiva al maquis intelectual, a los luchadores públicos y clandestinos que viven la Resistencia española justo hasta la muerte del dictador, o sea el precursor de Pinochet. Así, las revistas Triunfo, Cuadernos para el diálogo, Insula, etc., y los señores Haro Tecglen, Pedro Altares, Tamames, Tierno Galván, Sartorius y Camacho en Comisiones Obreras, etc.
En el concepto de maquis intelectual quiero situar a los hombres que lucharon por su cuenta y con su pluma, aparte de los militantes de partido, Santiago Carrillo y demás, cuya actuación dentro y fuera de España es ya obviamente histórica. Me refiero a poetas como Vicente Aleixandre, el gran exiliado interior, escritores sociales como Blas de Otero y Gabriel Celaya, toda la poesía socialrealista, de Victoriano Crémer a Leopoldo de Luis, más la revista de Camilo José Cela, Papeles de Son Armadans, prácticamente dedicada a la gente del exilio: casi todos escribieron en ella, merced a su condición insular y a las habilidades de CJC.
¿Se le ha hecho justicia alguna vez al maquis intelectual? Después de ellos, y mientras fallecían sus revistas, ya «históricas» para el público, vinieron los novísimos, que eran muchos más de nueve, los modernos, los posmodernos, los venecianos, las nuevas vanguardias viejas, la valoración de la guerra y la posguerra como «las guerras de nuestros antepasados», que diría Miguel Delibes, el desprecio de los cosmopolitas, los anglosajonizados y las anfetamínicas, todos aquellos que creen que la democracia es una cosa ecológica y que ha estado ahí siempre, sin saberse ni quererse hijos de unos maquis intelectuales y políticos que pasaban por Carabanchel y por Gobernación a hostia viva, cuando no quedaban desgalgados contra el patio de la cárcel, como Grimau y Enrique Ruano.
Pensiones para los maquis de escopeta atada con una cuerda, y reconocimiento, pensión de gratitud para todo el maquis literario que hizo posible, con el cine de Saura y la pintura de El Paso, con el teatro de Buero Vallejo, un clima intelectual que voló a Carrero de la Historia mucho antes de que ETA y la CIA le volasen al cielo. Gracias a estos maquis de corbata y clandestinidad vinieron los demás luego, o sea nosotros.
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