«Maquis», un ejercicio reciente de «memoria histórica» (1).

Gustavo Bueno
El CATOBLEPAS Nº 38 - abril 2005

Se analizan las interpretaciones «interesadas» en torno a los maquis españoles, presentadas en un documental para televisión, al parecer dentro de un proyecto general de recuperación de la «memoria histórica».
I. Dramatis personae

Durante la última semana de marzo de 2005 el Canal de Historia{1} ha ofrecido como estreno un interesante programa de producción propia, en coproducción{2} con otras entidades, entre ellas TVE, titulado «Maquis» [españoles], con guión de Miguel Rubio.{3}

El programa tiene como objetivo la exposición de una visión general sobre el origen, evolución y final de las «guerrillas» (o «partidas») que se formaron en España poco después de abril de 1939, cuando Franco se proclamó vencedor de la Guerra Civil que había comenzado tres años antes, a raíz de la sublevación del 18 de julio de 1936. Se trata de una exposición de 60 minutos (dentro del género que el Canal de Historia denomina «Historia Bélica»), es decir, no es una serie, y ni siquiera alcanza el formato de los «120 minutos» que el Canal de Historia otorga de vez en cuando a otros «episodios» históricos que juzga relevantes (y que reserva «para aquellas historias que necesitan dos horas para ser explicadas»).

Por tanto, estamos antes una exposición general («generalista», diría algún historiador especialista en maquis), pero no por ello de carácter «introductorio» o superficial. En efecto, el programa contiene no sólo un informe histórico sumario, es cierto, sino también, sobre todo, una interpretación de los hechos que alcanza los lugares propios que corresponden a una filosofía de la historia política de las guerrillas. Una interpretación que parece buscar el apoyo o corroboración de los testimonios directos de una decena de guerrilleros supervivientes (incluyendo aquí a los «enlaces», cuya participación es considerada, con razón sin duda, a lo largo del programa, tan heroica o más que la de los cimarrones que se «echaron al monte», o de quienes formaron guerrillas urbanas en Barcelona, casi siempre anarquistas).

Los supervivientes que comparecen en el programa (entre ellos una mujer, Remedios Montero Martínez, «Celia»), la mayor parte de los cuales ya cumplieron hace años los ochenta, constituyen un ejemplo admirable no sólo de memoria personal, políticamente organizada (no se trata de relatos, por así decir, «líricos», sino más bien «épicos»), sino que también representan un modelo de vigor y de firmeza en sus convicciones («volveríamos de nuevo a hacer lo que hicimos»). El programa nos permite ver y escuchar, además de a la ya citada Remedios Montero, a Francisco Martínez López («Quico»), a Florián García Velasco («Grande»), a Pedro Alcorisa («Matías»), a José Murillo Murillo («Comandante Ríos»), a Miguel Nuñez González («Saltor»), a Manuel de Cos (enlace en Santander, hoy Cantabria), a Eulalio Barroso Escudero («Carrete», enlace en Extremadura) y a Pablo García Fernández (enlace en Asturias).

Además de los «guerrilleros» y «enlaces» (o «ayudas») que dan testimonio de su memoria histórica, intervienen algunos historiadores o estudiosos mucho más jóvenes que, por edad, ya no podrían, aunque quisieran, ejercitar memoria histórica alguna a propósito de las guerrillas. Son estudiosos que recogen testimonios de los «mártires» y los confrontan con otras fuentes documentales: Secundino Serrano (autor del libro Maquis), Alfonso Domingo, Juan Pablo Fusi (cuya intervención es casi simbólica) o José María Azkárraga, puntualizan o amplían los parlamentos de los protagonistas.

Por último, en el programa que comentamos intervienen, como auténticas «estrellas invitadas», dos personajes muy conocidos por todos: Santiago Carrillo («Ex Secretario General del PCE») y Alfonso Guerra («Ex Vicesecretario General del PSOE»). ¿En calidad de qué intervienen? No creo que sea inexacto decir que en calidad de filósofos (o de ideólogos) cuya contribución parece dirigida a exponer la interpretación del significado histórico político, pero dentro de la historia del género humano, que a los guerrilleros habría que dar, cuando se los considera como un episodio importante en el curso de la historia reciente de España, desde la proclamación de la II República (a la que se hace constante referencia) hasta nuestros días de consolidación del estado democrático de derecho, una vez que tras la muerte de Franco (tras la caída de la dictadura) los españoles «se dieron a sí mismos» la Constitución de 1978; acontecimientos todos estos a los que se les supone un significado cuyo eco resuena en la Historia de la Humanidad. Sin duda Santiago Carrillo añade a su condición de «filósofo de los guerrilleros» su condición de político que jugó, desde el Comité Central del Partido Comunista de España, un papel relevante en su «organización» y en su «desorganización». Alfonso Guerra no puede añadir, por motivos de edad, a su condición de ideólogo esta condición de protagonista directo, pero sí la de un hombre bien informado, tanto con noticias de segunda mano, como con noticias de primera mano.

En cualquier caso me parece que los papeles de los actores de la representación ofrecida por el Canal de Historia en marzo de 2005 se ajusta bastante bien a la siguiente distribución en tres grupos:

Primero, el grupo de quienes contribuyen con su memoria histórica efectiva (memoria personal, biográfica, episódica) a constituir el material histórico de referencia, es decir, el grupo de los guerrilleros y los enlaces.

Segundo, el grupo de los historiadores, cuyo trabajo parece dirigido a reintegrar la memoria histórica efectiva, ofrecida por los mártires o testigos, a la trama de los «hechos pretéritos pertinentes», tal como ellos los perciben.

Tercero, el grupo de los ideólogos (o filósofos) que parecen haberse consagrado especialmente a establecer la «conexión de sentido» entre los hechos pretéritos y su futuro perfecto e infecto posterior, es decir, su conexión con nuestro presente y con el futuro de nuestro presente. Es decir, a «explicar» y a «justificar» a los guerrilleros, a demostrar que su contribución no fue una «cantidad despreciable» en el largo proceso de la «recuperación» de la democracia que la cruel y monstruosa dictadura desencadenada por Francisco Franco había estado a punto de destruir para siempre.

Obviamente la distribución de papeles en estos grupos no quiere decir que, de cuando en cuando, los «rememorantes» no echen también de vez en cuando su cuarto a espadas en la historia y en la filosofía de la historia; ni que los filósofos o ideólogos tampoco dejen de actuar alguna vez como historiadores (Alfonso Guerra) o como testigos y protagonistas (Santiago Carrillo). El grupo de los historiadores, en cambio, es el que permanece más estable en su sitio, al menos explícitamente, y se comprende bien la razón: los historiadores, en nuestro presente, han aprendido ya a distinguirse de los protagonistas, cuando los hechos analizados quedan fuera del campo de su memoria histórica (otra cosa es que algunos historiadores, además de pedantes y de cortas luces, prisioneros de la metáfora de Francisco Bacon –la «Historia es la ciencia de la memoria»–, crean que su oficio no es otra cosa sino el de reavivar y reexponer la memoria de la historia). Los historiadores de hoy, que ya son profesionales (licenciados o doctores), saben que hay que atenerse «a los hechos», es decir, mantenerse libres, en lo posible, de los prejuicios que puedan ser detectados por otros colegas, que compiten con ellos en las batallas académicas. Otra cosa es que logren librarse de estos prejuicios, y sobre todo de los prejuicios comunes a las diferentes escuelas. Porque, a veces, la conciencia de su neutralidad puede ser más insidiosa (como falsa conciencia) que la conciencia de los historiadores partidistas declarados y explícitos.

II. Los maquis reinterpretados como episodios significativos del Poema histórico del progreso democrático

1. La visión de los maquis que nos ofrece el programa que estamos comentando es una visión «confortable», al menos desde la perspectiva política de quienes presuponen el principio del «Progreso global» de la Humanidad como guía para interpretar la Historia Universal, en general, y la Historia de España, en particular.

Y es «confortable» no porque haya eliminado los componentes dramáticos del proceso histórico (los actos heroicos, y aún la sangre derramada por los protagonistas –el «comandante» se emociona en el momento en el que recuerda el derramamiento de su propia sangre: «He derramado mi sangre en los pueblos, porque luchaba por la libertad»–), sino porque se ha pasado a un segundo plano el componente trágico en la visión histórica. Diríamos: los sacrificios, y aún la muerte de los individuos, no habrían comprometido el curso, con paso firme, del progreso de la sociedad democrática hacia el estado en el que hoy esta sociedad puede disfrutarlo. Como dice «Quico» (Francisco Martínez López, 79 años): «No me arrepiento, porque si lo hiciera, ¿para qué valieron las torturas de mi madre?» Y Eulalio Barroso, «Carrete», dice: «Me encuentro contento ahora, porque hay paz y libertad, vivimos en una democracia.» El «Comandante Ríos» también parece querer dejar de lado (en la época presente de la ideología de la no violencia) los componentes trágicos que acompañan a la vida de un guerrillero que esté dispuesto a matar a otros hombres: «No sé si las balas de mi fusil mataron a alguien; pero sí sé que si alguna mató a alguien la responsabilidad la tuvo Franco.»

Los protagonistas recuerdan sus sufrimientos, recuerdan a sus muertos, pero no de un modo trágico, sino dramático, porque están convencidos de que sus sacrificios no han sido en vano, que todo ha ocurrido para bien, y que probablemente todo va hacia lo mejor, para decirlo al modo optimista de Leibniz.

2. Se diría que el guión está concebido como si se tratase de un drama en tres actos. En el primer acto se contempla de qué modo el equilibrio de una sociedad que había alcanzado la vida democrática, por obra de la II República, se rompe. Lo rompe, y por muchos e interminables años, Francisco Franco, el golpista, el asesino, el dictador. En el segundo acto, los luchadores que habían sido vencidos en la guerra, al menos su flor y nata, se reagrupan como pueden en las partidas, dando comienzo a una «larga marcha». El tercer acto, a cargo principalmente de los guerrilleros que en el programa hacen memoria histórica, los protagonistas, asistidos por los historiadores y por los filósofos, hacen también el balance de su historia, y lo encuentran favorable: «Mereció la pena; nuestros sacrificios no fueron vanos. He aquí sus resultados: la democracia, la paz y el estado de derecho.»

3. El primer acto gira en torno a la subversión del equilibrio dinámico constituido, al parecer, por la legalidad republicana, subversión atribuida inicialmente, desde luego, al golpe de estado del 18 de julio de 1936, pero transformado enseguida (como consecuencia de la resistencia popular cuando recibió las armas indispensables) en la guerra civil que acabó el primero de abril de 1939. La «legalidad republicana» se toma como una referencia sustantiva que habría abierto al pueblo español la democracia, liberándolo del Antiguo Régimen, de la monarquía de los terratenientes y de la iglesia reaccionaria.

Algunos guerrilleros recuerdan el entusiasmo con el que acogieron a la República. «Era algo burguesa, pero también era algo más.» ¿Acaso era la Unión de los Hermanos Proletarios? [¿Acaso era el Frente Popular?] Florián García, «Grande», lo explica así: «El pueblo quería la República, porque les había dado las tierras.» El guión no necesita entrar en detalles sobre «episodios» como el de Casas Viejas, ni tampoco sobre Octubre de 1934; ni tampoco entra en detalles sobre otros episodios que pudieran ensombrecer la línea pedagógica nítida del curso que sigue el Poema. Se omiten detalles, porque pueden darse por supuestos en una audiencia «ilustrada».

El guión sólo necesita acudir a la causa que rompió el estado de equilibrio dinámico presupuesto. Esta causa tiene un nombre: Franco. Es Franco, o el franquismo, quien subvirtió la legalidad democrática republicana, que había venido a España por la voluntad del pueblo español, manifestada en las urnas. ¿Cómo este mismo pueblo que había traído la República se replegó ante el golpe de unos facciosos? Porque los facciosos eran, en el fondo, unos fascistas (sobre todo los falangistas), y por ello contaron con el apoyo incondicional de las Potencias afines de la época: con la Italia fascista de Mussolini, con la Alemania nazi de Hitler y con el Portugal corporativo de Salazar; y por el terror que desplegaron desde el principio y aún después de su victoria militar.

La República, es cierto, contó con el apoyo de Francia, de Inglaterra y de la Unión Soviética; es decir, de las Potencias en las cuales la Izquierda tenía peso significativo, ya fuera esta izquierda democrático-liberal, ya fuera izquierda social-demócrata, ya fuera izquierda comunista (respecto de la izquierda anarquista, cambiemos de conversación). Y si en muchos momentos la ayuda de estas Potencias se hizo más tibia, la responsabilidad se hará recaer sobre los gobiernos de turno, pero no sobre los pueblos que ellos gobernaban: ahí están las organizaciones sindicales, que recaudaban ayudas, los voluntarios que acudían a las brigadas internacionales, o las «ONG» del momento que denunciaban en el exterior la masacre del Pozo Funeres, pongamos por caso.

La República, el pueblo español –continúa el Poema–, fue vencido tras una guerra terrible, que el programa evalúa a grandes rasgos de este modo: «Más de 300.000 muertos en la guerra, más de 300.000 exilados permanentes y más de 300.000 represaliados tras la guerra, de los cuales 50.000 fueron asesinados.»

4. El segundo acto del Poema dramático dice referencia a la «larga marcha» que el pueblo inició inmediatamente después de su derrota militar, marcha que habría de durar más de cuarenta años. ¿Cómo es posible que el pueblo español mantuviera su situación de vencido durante tantos años? La respuesta es clara: a causa del terror y de la durísima represión derivada del estado policiaco instaurado por Franco. Sin duda había que confiar en que el pueblo, sojuzgado por el terror franquista, estaría dispuesto a saltar en el primer momento que se presentase.

Y de hecho saltó inmediatamente, a través de los guerrilleros. Aquí comienza, al menos, la acción de la parte más heroica de este pueblo sojuzgado que se echó al monte y formó las partidas, los maquis, en los más diversos puntos de España: Galicia, Asturias, Santander, León, Aragón, Cataluña, Levante...

¿Fueron las partidas expresión de un plan organizado, una suerte de reorganización del ejército republicano vencido en los campos de batalla gracias a la ayuda de los fascistas extranjeros? ¿Y quién podría haber planeado la reorganización de este ejército sino el Partido Comunista? El caso es que Alfonso Guerra, ideólogo del Partido Socialista Obrero Español, subraya que las partidas no obedecieron a un plan preconcebido, sino que se formaron espontáneamente por los «huidos» (así se les llamaba al principio). Huidos que, no habiendo podido exilarse [como pudieron exilarse las facciones más burguesas del socialismo], temían volver a sus pueblos o villas, no fuera a ser (transcribimos aproximadamente, pero conservando sustancialmente el sentido) «que algún falangista les reconociera como alguien relacionado con el primo del amigo que a su vez había tenido tratos con el hermano de un socialista».

Santiago Carrillo (entonces comunista de primera línea, hoy muy próximo a las posiciones del PSOE) no desmiente explícitamente esta versión, pero añade que muy pronto el Comité Central del PCE en el exilio se interesó por el movimiento guerrillero, y trazó un plan para interconectar a las partidas dispersas mediante la introducción en la Península de cuadros pertinentes. Aunque siempre, reconoce, la organización fue muy precaria (salvo en Levante), como era propio del paisaje montañoso y de la vigilancia constante de la Guardia Civil; a pesar de lo cual, los guerrilleros, se dice, habían llegado a alcanzar la cifra de un verdadero ejército, unos 70.000 hombres y mujeres («Celia» insiste en la camaradería que se desarrolló en las guerrillas entre los hombres y las mujeres: ella vio en el comportamiento de las guerrillas el comienzo de una verdadera igualdad entre las personas de diferente sexo, porque las mujeres sabían utilizar las armas igual que los hombres, y recibían, sin perjuicio de las penurias, un trato exquisito de sus camaradas). Guerra subraya cómo en muchas ocasiones la corrupción de la Guardia Civil permitió disponer de munición a los guerrilleros (munición que la propia Guardia Civil les vendería); sin embargo, los enfrentamientos con la Guardia Civil fueron muy violentos; pero los guerrilleros jamás torturaron a sus enemigos o prisioneros, simplemente les pegaron un tiro cuando lo requería la guerrilla.

Paralelamente a la reacción armada contra el fascismo que mantenía el pueblo del interior, principalmente a través de los guerrilleros, se desplegaba la reacción de ese mismo pueblo en el exilio, a través de la resistencia contra la ocupación alemana en Francia, sobre todo. Y, en particular, mediante la intervención de los exiliados en los ejércitos aliados, una vez que tuvo lugar el desembarco de Normandía. En la entrada en París, recuerda Alfonso Guerra, algunos tanques llevaban nombres tan expresivos de la «comunión» entre el exterior y el interior, como los de «Toledo», «Guadalajara» o «Madrid». El Canal de Historia, en este programa, no entra en detalles sobre el modo como se fraguó el «proyecto de invasión» a través del valle de Arán, a cargo de los diez mil o doce mil guerrilleros que se calculan dispuestos al efecto. El proyecto consistía, al parecer, en establecer una zona del interior español fronteriza en la que poder establecer un gobierno provisional, esperando que sería reconocida de inmediato por las potencias aliadas que estaban ganando la guerra contra el fascismo, y con las cuales los republicanos exiliados estaban colaborando activamente. Carrillo no menciona en esta ocasión, por ejemplo, a Monzón, del que habla extensamente en sus Memorias:

«Por otra parte la 'invasión' no la han decidido ellos; es una directiva de Jesús Monzón, en nombre de la delegación en el interior, que consideran un órgano superior. Se han limitado a aplicarla. Me enseñan la carta en que se les dan indicaciones para crear un frente en el Pirineo que será el que desencadene la insurrección nacional generalizada en toda España. (...) En cambio, sin conocerle apenas personalmente, la actitud de Monzón que parece francamente negativa. Decidir la invasión de España me parece, para empezar, una medida tan importante que dudo que un hombre solo, aunque fuese un dirigente muy importante y experimentado, esté en condiciones de tomar. Por lo que yo sé de él, Monzón no es ese tipo de hombre. Suponiendo que lo fuera estaría justificada esa decisión si tiene comprometida seriamente a un parte del Ejército y del personal político. (...) En ese momento en que la psicosis de la provocación es tan aguda, de una reflexión de este tipo a considerar traidor a Monzón sólo hay un paso, que yo estaba muy cerca de dar.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, páginas 412-413.)

Lo que sí dice Carrillo en sus Memorias es que, encontrándose en 1944 en Argelia (proyectando una infiltración por Andalucía), intentó, a través de André Marty, enviar una carta a la organización comunista española en Francia, «indicándoles que no realizaran ninguna invasión masiva en los Pirineos, sino que se infiltraran en pequeños grupos, instalándose en las zonas del interior de España para hacer el mismo trabajo de organización que nosotros pensábamos hacer en Andalucía». Carrillo recibe la orden de ir a Francia, y los responsables de París y Toulouse le informan de la «invasión» comenzada en el valle de Arán. Los guerrilleros habían recibido la orden de formar un frente en los Pirineos, con la idea de que, sobre esa base, se desencadenaría la insurrección nacional del pueblo español sometido a la presión franquista. «Habían cumplido la orden que emanaba formalmente de una Junta Suprema de Unión Nacional, existente sólo en la imaginación de Monzón.»

Carrillo logra disuadirlos de este proyecto, que significaría, dice en el programa del Canal de Historia, el sacrificio de diez mil militantes escogidos («diez mil comunistas preciosos»), porque Moscardó, con cincuenta mil hombres, los habría masacrado al salir del túnel de Viella. Reconoce que cuando va a los Pirineos, Tovar ya había tomado una decisión análoga (la agrupación guerrillera se replegó a Francia y se transformó en una gran empresa comercial dedicada al corte de leña y a la repoblación forestal).

También Alfonso Guerra dice que aquella fue una operación alocada (que, según él, «habría sido sugerida por Stalin»), pero concede que, poniéndose en el punto de vista de entonces, «cuando no había datos suficientes», la locura podría no haber sido tan grande.

De todas formas, los guerrilleros del programa de Canal de Historia «recuerdan» que la conducta de inhibición de los aliados ante el proyecto de invasión («Churchill no estaba por la labor») produjo una tremenda depresión entre los guerrilleros. «Fue un golpe moral, porque hasta el año 1945 (en el que los aliados se alzaron con la victoria frente al fascismo) había ilusión y expectativas.» Los guerrilleros parecen querer explicar esta «inhibición» como una traición de los gobiernos aliados más como una traición de sus pueblos.

Nada se dice en este programa del otro proyecto de invasión concebido en 1947 por los comunistas españoles desde París; nada se dice en este programa de las conversaciones con Tito en Yugoslavia, a quien habían pedido aviones de bombardeo para cooperar con los guerrilleros del interior. Pero Santiago Carrillo en sus Memorias cuenta cómo Tito les desvía hacia Stalin; cuenta también la entrevista con Stalin (presentes Suslov y otros) y cómo es Stalin quien les disuade de semejante aventura y les sugiere lo que luego sería la política de reconciliación nacional y el entrismo pacífico en los sindicatos verticales del franquismo (entrismo del que saldrían las Comisiones Obreras).

Entre las tareas más urgentes quedaba la preparación de la salida de las guerrillas del interior hacia el exilio. Las «partidas» habían perdido ya toda su fuerza, y las «contrapartidas» habían contribuido a que las gentes perdiesen la confianza en los guerrilleros, porque no distinguían los guerrilleros falsos de los verdaderos. La salida de los guerrilleros del interior se vio favorecida por la incipiente, pero ya abundante, corriente de turismo que comenzó a entrar en España en los últimos años cuarenta. Pero la «larga marcha», en cuyo final habrían de encontrar su justificación las guerrillas, continuaría en las décadas siguientes.

5. El tercer acto del Poema podría comenzarse en 1975, en el momento de la muerte de Franco. Carrillo reconoce que la noticia de la muerte de Franco le causó una sensación agridulce. Había muerto en la cama de un hospital, pero con todos los honores propios del Jefe del Estado: «No habíamos sido capaces de impedir que Franco muriese en la Jefatura del Estado» (Memorias, página 614.) [En marzo de 2005, en los días en los que se estrenaba este documental «Maquis», Santiago Carrillo pudo recibir la inesperada satisfacción del homenaje que con motivo de sus noventa años le ofreció el PSOE y sus socios coincidiendo con la retirada de la última estatua ecuestre de Franco que se mantenía en Madrid; retirada que constituye también, por sí misma, un interesante ejercicio de la «memoria histórica».]

Sin embargo, «todo fue para bien». La transición consiguió muy pronto la legalización de los partidos prohibidos por la dictadura, primero el PSOE y luego el PCE; hubo amnistía y regreso de los exiliados. Pero sobre todo el pueblo español «logró darse a sí mismo» la Constitución democrática de 1978.

La larga marcha había conseguido llegar a su fin. Carrillo dice en el programa: «La acción de los guerrilleros en el interior no fue vana: ella sirvió de ejemplo y de impulso a los movimientos de los trabajadores [Comisiones Obreras principalmente] y de los estudiantes [–como se diría poco después: las fuerzas del trabajo y las fuerzas de la cultura–] a partir de las cuales se produjo el desmoronamiento del franquismo.» Y Alfonso Guerra va todavía más lejos, y nos ofrece algunas fórmulas lapidarias: «Ellos [los guerrilleros] han resultado ser, tras la Constitución de 1978, los vencedores y no los vencidos: su gesta es digna de haber sido vivida.»

Notas

{1} «Canal de Historia es el fruto de la unión estratégica de dos empresas líderes en el sector audiovisual: la norteamericana AETN (Arts & Entertainment Televisión Networks) y la española Multicanal». AETN puso en marcha en 1995 The History Channel (hoy con trescientos millones de espectadores potenciales en setenta países) y Canal de Historia comenzó sus emisiones en España en diciembre de 1998 y en Portugal en marzo de 1999, ofreciendo desde entonces un promedio de cinco estrenos semanales. Es distribuido en España y Portugal por más de doscientas redes de televisión por cable, y a través de las principales plataformas que difunden canales digitales de televisión utilizando las distintas tecnologías al uso. La empresa Multicanal produce y distribuye actualmente seis canales temáticos: Canal Hollywood (cine), Odisea y Canal de Historia (documentales), The Biography Channel (entretenimiento), Sol Música y Canal Panda (infantil), y estima su audiencia potencial en «más de siete millones de espectadores en la península ibérica». La productora «española» Multicanal, que produce canales temáticos para la TV de pago en España y Portugal, es una joint venture al 50% entre The Walt Disney Company y Chello Media (perteneciente a su vez a la empresa estadounidense Liberty Media Corporation). La compañía Multicanal (Spanish Programming Service Inc. y Cía., S. C.) fue dirigida desde hace seis años hasta inicios de abril de 2005 por Esteve Tiana. Desde septiembre de 2004 el Director General de Canal de Historia es Diego Castrillo.

{2} El documental «Maquis» lleva fecha de 2005, y figura coproducido por Multicanal (propietario de Canal de Historia), New Atlantis, Tesauro y TVE S.A. New Atlantis Line S. L. «es una productora independiente de televisión especializada en documentales de alta gama, establecida en 1998» vinculada a Jorge Sánchez Gallo –ex director de TVE, ex responsable de producción externa de Antena 3, representa a New Atlantis en la Junta directiva de ANEPA, Asociación Nacional de Empresas de Producción Audiovisual–. Tesauro es una productora propiedad del financiero francés Hervé Hachuel (el que, casado con la actriz Cristina Sánchez Pascual, facilitó el lanzamiento de Pedro Almodovar y sus películas). Televisión Española S. A. pertenece al Grupo RTVE o «Ente Público Radio Televisión Española», que rinde cuentas ante el Parlamento español y es regido por el gobierno de turno.

{3} Al final del programa pueden leerse los siguientes títulos de crédito: «Productor ejecutivo: Alfredo Malibrán, Pedro Lozano. Realización: Guillermo García Ramos. Guión: Miguel Rubio. Jefe de producción: Maite Ibañez. Fotografía: Borja Pozuerco. Ayudante de cámara: Claudia González. Ayudante de producción: Vanessa Santiago. Sonido directo: Santiago Muñoz, Nerio Gutiérrez. Montador: Tamarán Junco. Productor delegado TVE: Alberto de Masy. Productor delegado Multicanal: Ramón Verdet. Coordinación producción externa Multicanal: Ignacio Ruiz de Gauna. Medios de edición: Jaime Climent. Documentalista: Felipe Sanz. Documentalista TVE: Conchita San Miguel. Auxiliar de montaje: Raúl Madrid. Dirección musical y mezclas: Álvaro Perales Navas. Música original: Eric Foinquinos. Sonorización y mezclas: Nerio Gutiérrez, Santiago Muñoz. Cabecera: Alejandro Rodríguez. Agradecimientos: Servicio Histórico Guardia Civil, Pedro Peinado, Asociación cultural «La Gavilla Verde» (Santa Cruz de Moya), Federación Socialista Asturiana (Pola de Laviana), Fundación Pablo Iglesias, Fundación Ortega y Gasset, Victoria Ramos (Archivo PCE), Alfonso Domingo, Secundino Serrano, Adolfo Fernández. Una coproducción Multicanal, New Atlantis, Tesauro y TVE S. A. © 2005.»

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