Universidad del País Vasco-University of Nevada, Reno
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En los tiempos sombríos
¿se cantará también?
También se cantará
Sobre los tiempos sombríos.
(Bertold Brecht)
Resumen:
El artículo se inicia con las afirmaciones del escritor vasco Bernardo Atxaga en torno a los objetivos que persiguió con la publicación de Memorias de una vaca (1992). A continuación, se describen las características argumentales y cronotópicas del texto, así como sus peculiaridades intertextuales. Consideraciones en torno a la relevancia que la Guerra Civil española tiene en el texto y a la sugerente recreación que se realiza de la lucha de los maquis completan el análisis.
Palabras Clave:
Literatura Vasca. Crítica Literaria. Guerra Civil.
PARA COMENZAR: UNA PREGUNTA AL AUTOR, BERNARDO ATXAGA.
M.J. Olaziregi: “Primo Levi en su conocido Se questo ‘e un uomo comenta que “la necesidad de contar a los demás, de hacer participar a los demás, había adquirido en nosotros (…) la violencia de un impulso inmediato tan imperativo como las demás necesidades elementales. En Memorias de una vaca hablas de los guerrilleros que siguieron combatiendo tras la Guerra Civil escondidos en los montes. En El hijo del acordeonista, el bombardeo de Gernika se constituye en eje temático-simbólico alrededor del cual organizas la trama. ¿Qué razones te han llevado a la utilización de la Guerra Civil española y la posguerra para la creación de tus últimas obras?”
B. Atxaga: “Primero fue el presente, y luego la recuperación de ciertos recuerdos, de ciertas vivencias. Quiero decir que a mí me interesaba mi vida y la de mis hermanos o amigos, que en aquel entonces, finales de los sesenta y principios de los setenta, era extremadamente intensa. Por ejemplo, mis dos hermanos fueron a la cárcel en 1972. En una situación así no cabe la distancia larga. No cabe decir "voy a contar la historia de los que hicieron la guerra". Curiosamente, tampoco cabe decir lo contrario, "voy a contar lo que estoy viviendo". Yo al menos no lo pude hacer. Lo que hice fue "traducir" aquella situación, y de ahí surgieron los poemas de Etiopia3 y sobre todo Ziutateaz (A cerca de la ciudad4). En este texto, por ejemplo, se narra el desarrollo de una tortura.
Pero la clave no es realista. La clave es fantástica, alegórica al estilo del teatro de Alfred Jarry. En realidad, no había otra salida. La vía realista era sencillamente imposible. No hay que olvidar que eran los años en que se prohibía la representación de obras como la de Arthur Miller, Muerte de un viajante.
Puedo contar una anécdota que ilustra lo que acabo de contar. Yo había leído bastantes novelas de la Guerra Civil, pero no me habían afectado. Sin embargo, un día cayó en mis manos la novela de Jose de Arteche, El abrazo de los muertos (1970). Al contrario que las otras, hablaba del País Vasco. Yo sabía que Arteche, a quien veía en la biblioteca de la Diputación de Gipuzkoa hablando con el escultor Jorge Oteiza, se había pasado a los nacionales nada más comenzar la guerra, y empecé la lectura a la contra. Pasaron los días y la cosa fue a peor. La novela se me hacía insoportable. Llegué al capítulo donde se habla del fusilamiento de un gudari5 llamado Serapio, y ya no pude más. Estaba leyendo el libro en el balcón de casa, sobre el río Oria. Me levanté y tiré el libro lo más lejos posible, al agua. ¿La razón? Pues que lo estaba leyendo desde el presente, y para mí no había diferencias entre Serapio y muchas personas que lucharon contra la represión franquista en la década de los 60-70. No he vuelto a leer la novela, pero sé que fui injusto y que, probablemente, mi lectura fue sectaria. Me hace pensar en ello la opinión del escritor Joseba Sarrionandia. Para él, El abrazo de los muertos es la mejor novela jamás escrita sobre la guerra.
De todos modos, yo nunca habría escrito sobre el asunto de no haber tenido noticia del maquis. Pero en un pueblo de Santander compré un libro de historia local que hablaba del Juanin, de Bedoya, y la vida de aquellos desperados me impresionó mucho. Para remate, conocí en Bilbao a un albañil que era pariente de otro miembro famoso del maquis, concretamente del que llamaban "Cariñoso", y de ahí surgió, al menos en parte, Memorias de una vaca. Pero, insisto, lo que me preocupaba era el presente, lo que yo había vivido, la situación del País Vasco a finales de los sesenta y a principios de los setenta. Por eso me interesó el maquis. Porque eran una especie de guerrilleros. Y lo mismo podría decir de El hijo del acordeonista. Se trata de la influencia de lo ocurrido en Guernica en las nuevas generaciones. No se trata de recuperar el pasado ni de nada parecido. No en esas novelas.”
Las palabras de Atxaga bien pueden servirnos como punto de arranque para nuestro análisis de la novela Memorias de una vaca (1992) del autor. Trataremos de describir la representación que de la Guerra Civil española se hace en la novela y los objetivos que con ello podría buscar el autor.
CARACTERÍSTICAS ARGUMENTALES Y CRONOTÓPICAS.
Si tuviéramos que resumir el argumento de la novela, comenzaríamos diciendo que Mo es una vaca cincuentona un tanto especial ya que, además de engullir con avidez la deliciosa hierba que su amiga la monja Pauline Bernardette siega para ella, no deja de "rumiar" pensamientos. Podríamos decir que nos encontramos ante una vaca doblemente rumiante, divertida y tierna. Por ello, por lo que tiene de reflexiva y "racional", decide un día que ya ha llegado la hora de cumplir la promesa que le hizo a su voz interior, El Pesado, y escribir sus memorias.
Nuestra protagonista nace en 1940, en el caserío Balanzategui, situado en medio del paisaje verde y montañoso del País Vasco. Allí conocerá a La Vache qui rit, vaca que será su amiga y confidente hasta que el destino las separe. Poco a poco, las dos amigas se darán cuenta de que los extraños sucesos que ocurren en el caserío Balanzategui se deben a que allí está escondido el almacén del ejército que aún no se ha rendido en la Guerra Civil. Los trágicos acontecimientos que vivirán las vacas harán que ambas tengan que huir al bosque para salvar su vida. Pero esta huida servirá, a su vez, para acrecentar la distancia entre La Vache y Mo, ya que, mientras la primera apuesta por el camino más violento (decide unirse a los jabalíes), Mo hace caso, una vez más a su voz interior y huye sola. Esta soledad hará que Mo vaya madurando y tras un accidentado episodio en las fiestas de un pueblo cercano, el destino hace que se encuentre con la monja Pauline Bernardette, que, a su vez, huía de una proposición de matrimonio. Al final, los austeros muros de un convento serán los que acojan a ambas amigas tras su odisea personal.
Memorias de una vaca (1992), es una novela de aprendizaje donde la vaca protagonista, Mo, nos cuenta su periplo vital hasta que llega a la madurez. Y madurez significa, ante todo, poder valerse por sí misma, ser capaz de tomar decisiones y actuar con autonomía en la vida. Estrategias narrativas como el uso de la voz interior, El Pesado, se convertirán en centrales en las novelas posteriores de Atxaga (p.e.. El Hombre solo (1993) y Esos Cielos (1995)), y muestran claramente el talante reflexivo e ilustrado de este mamífero protagonista. El “Sapere aude!” Kantiano, el atreverse a pensar con independencia, se convierte, por tanto, en el leitmotiv de la novela. Junto a él, la intertextualidad de la novela, sea la que hace referencia a textos vascos, sea la que hace alusión a obras de poetas “maudits” como Rimbaud o Villon, muestra a las claras el homenaje que el autor quiso hacer a tradiciones literarias periféricas (como la vasca), o a autores canónicos (Rimbaud, Villon) que vivieron al margen de los estándares de la sociedad.
Pero lo que llamó la atención de la crítica y lectores fue, además, el realismo cronotópico que el autor asumió en esta novela. Lejos de la fantasía de Obaba (presente en textos como Dos letters (1984), Dos hermanos (1995) o Obabakoak (1989)) Atxaga nos proponía una novela situada en unas coordenadas espacio-temporales muy concretas: la posguerra en Euskadi. Este párrafo del primer capítulo de la novela ejemplifica lo que venimos diciendo:
De acuerdo, hija mía, es el siglo XX, o por decirlo más exactamente, el año de 1940, pero estamos en el País Vasco, y en el País Vasco ha habido guerra hasta hace poco, precisamente la guerra civil de 1936, y hay mucha hambre, mucha pobreza, poca gente para limpiar los bosques, y corre el rumor de que todo está lleno de lobos (MV: 16).
Es el primer año de vida de la vaca, es decir, el lapso que va de 1940 a 1941 el que acapara los seis primeros capítulos de la novela. La acción se sitúa en el caserío Balantzategui del País Vasco7 Los restantes capítulos, el 7º y el 8º, narran la huida, hecho que abarca los años 1942 y 1943. El último capítulo no hace más que clausurar la narración y nos sitúa hacia 1990, época en la que Mo decide escribir sus memorias. Su aventura vital se inicia, por tanto, nada más terminar la Guerra Civil y son constantes las referencias que se hacen a ésta: “…acabé naciendo en un bosque del País Vasco a poco de terminar la guerra de 1936” (MV: 23, cap. 2), “Vine al mundo hacia 1940 y ahora está a punto de terminar el siglo” (MV: 26, cap. 2), “tenías que haber visto este valle hace un año o menos. Disparos de fusil a todas horas, de día y de noche. Y disparos de cañón, también. Y luego los aviones, ametrallando los alrededores y matando a todo bicho viviente. Uno de esos aviones cayó ahí cerca, en lo alto del valle” (MV: 51, cap .3.), “…tengo indicios de que la guerra todavía sigue. Por lo menos aquí, en Balanzategui” (MV: 53, cap. 3), “¡Balanzategui es el almacén del ejército que todavía no se ha rendido! (MV: 94, cap 5.), “Ya te lo dije antes. Todavía no ha terminado la guerra que empezó en el treinta y seis. Al menos, no en nuestro valle. Los que bajan del monte a escondidas no se quieren rendir, y siguen en pie de guerra contra el General.”
(MV: 99, cap.6)…
LA GUERRA EN EL MONTE: LOS MAQUIS.
Es en el capítulo 6 donde por primera vez Mo hace referencia a los maquis:
Aunque me estaba haciendo muy juiciosa, todavía estaba en pañales en asunto de guerras. Esas historias las aprendí después, cuando crucé la frontera y conocí a Pauline Bernardette. Porque la pequeña monja, en aquella otra guerra de Europa que tuvo lugar en Francia, Inglaterra, Alemania y otros sitios trabajó para los maquis, es decir, para los batallones que no querían rendirse. (MV: 99)
Unas líneas más adelante (MV: 100), la protagonista de la novela nos confesará que colaboró con los maquis en la zona vasco-francesa y que ella y Bernardette ayudaron al sacerdote Père Larzabal8 a pasar un mensaje para los maquis. El misterio en torno a las vacas del caserío Balanzategui, misterio que esclarece las visitas nocturnas de los que están escondidos en el monte, y el asedio que el caserío sufre por parte de personajes como Gafas Verdes, un fascista alemán cuyo nombre real es Otto (MV: 108), se desvela cuando se descubre cuál es la razón del constante trajín de vacas. Es entonces cuando sabemos que Genoveva, viuda de un republicano fusilado durante la Guerra Civil y actual dueña del caserío, y Usandizaga, su empleado, utilizan las vacas rojas o negras para mandar señales a los guerrilleros que viven ocultos en el monte (MV: 101). Ese es el misterio de Balanzategui, ésa la explicación del acopio de víveres que se hace en el caserío.
En este sentido, son mencionables las pistas que el narrador va dejando en torno a la identidad de estos guerrilleros. Además de mencionar su forma de actuar más frecuente, el sabotaje (MV: 102), el narrador nos revela que el personaje apodado El Encorvado, se llama en realidad Usandizaga, apellido vasco que concuerda con el del conocido compositor de ópera. Como es sabido, José María Usandizaga, natural de Donostia, compuso en 1911 la ópera en lengua vasca: Mendi Mendiyan, título que podría ser traducido como “En pleno monte”.
“Los del monte” era, precisamente, el término que utilizaban a veces los maquis para firmar sus documentos. Para la prensa de la posguerra, en cambio, eran “forajidos, asesinos, salteadores, bandoleros…”. Así consta, además, en la web que lleva por nombre “Los del monte” (http://es.geocities.com/los_del_monte/ -en la actualidad: http://los-del-monte.blogspot.com/-). En ella, se recogen documentos, testimonios y publicaciones que tratan no sólo de la evolución de los maquis en el estado español, sino, sobre todo, de la vida de Juan Fernández Ayala (1917-1957), maqui cántabro más conocido como “Juanín”. A él se refería Atxaga en la respuesta que daba a la pregunta que le planteábamos al inicio de este artículo. Será ésta una de las razones por las que el escritor vasco no ha dudado en incluir en MV espacios significativos como el del molino, pues fue precisamente en la curva del molino donde fue abatido Juanín el 24 de abril de 1957.
En realidad, poco importa si la incidencia y actividad de los maquis en Euskadi fue tan intensa como la novela trata de sugerir10. Lo cierto es que Atxaga consigue retratar la situación dramática que se vivió en la posguerra. El autor vasco nos habla de una guerra civil que perduró durante años y que causó una fractura social demasiado dramática para ser ignorada o superada en unos pocos años. Al igual que la protagonista de su novela, la vaca Mo, Atxaga ha querido decirnos que conocer el pasado, admitir el sufrimiento y dolor generados por la contienda, son acciones necesarias para tratar de superarlos. Recrear una realidad histórica para exorcizar viejos demonios, apostar activamente por una actitud crítica ante la vida. Son, sin duda, unos objetivos muy nobles para esta novela que ha sabido plasmar en clave de humor una realidad histórica que todavía se nos antoja demasiado cercana.
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