Como me contaba el "tío Doro", al paso del tiempo se puede entender la represión y el miedo que existía por entonces. El miedo a la denuncia del vecino de turno, que todos conocían pero al que solo unos pocos no temían.
En un día que el abuelo Eusebio regresa tarde del puerto, baja por el Camino de Osango, para llegar a la cuadra que hay
en la campa grande y así pedir papel para el "caldo" de la pitillera y poder llegar a vejo a cenar. La tertulia se alarga mas de lo normal, algún amigo del arroyo, y gente de Ledantes son buena compañía, el abuelo se despide y continua el camino a casa.
Según contaba el "tío Doro" poco antes de llegar a la altura del Portillo de los Lobos, dos lobos de gran tamaño asustan al abuelo y le hacen pararla marcha, la decisión del abuelo es cortar en un escobar las quimas para hacer antorchas y sin perder la vista de los lobos ,poder llegar a la casa mas cercana. Poco antes de llegar a la campa del rió donde recogemos la manzanilla y nos bañamos en verano, tres hombres ahuyentan la presencia de los lobos, la compañía llega hasta la casa de Félix uno de ellos se dirige al abuelo y le dice: cuando cruces el puente si está la pareja y vienen hacia acá, después de hablar con ellos enciendes un cigarro. Que las chispas de la mecha se vean bien y favor por favor.
El abuelo cumplió con el pacto, creo que nació una amistad.
Un saludo de un "montañés con sangre muy lebaniega" desde Almería.
Ángel Santamaría
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