Fase de decadencia determinada por el efecto fulminante de las Contrapartidas, por la desmoralización debida a la abstención de las potencias aliadas y la falta de respuesta popular, y ante la decisión final del PC desde Francia de abandonar las armas.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y alejada la amenaza real de invasión por parte de los Aliados -situación que la guerrilla vivió como el golpe más duro de su existencia-, el gobierno franquista transformó la confrontación en un problema de orden público, y los maquis o guerrilleros pasaron a ser, en el lenguaje del Régimen, simplemente bandoleros. Las organizaciones políticas en el exilio, ante el cambio de coyuntura internacional, recomendaron el desmantelamiento de la guerrilla. A pesar de esto, muchos de los guerrilleros siguieron actuando.
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