A su regreso a España, después once años de estancia en la Habana, Ceferino comienza a trabajar en la central de Urdón. A partir de ese momento comienza a destacar por su actividad en defensa de sus convecinos y compañeros de trabajo, en especial de los más débiles y desfavorecidos.
Se le conocerá desde entonces con el apodo de “Machado” debido a su gran parecido con el por entonces presidente de Cuba, Gerardo Machado y Morales.
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