Editorial: Muñoz Moya y Fundación de Investigaciones Marxista
Año: 2006
Descripción: 184 p. il. 19x13 cm
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Sinopsis: Se trata del testimonio de un protagonista de los principales acontecimientos históricos de España en el siglo XX, desde la proclamación de la II República hasta la transición, pasando por el exilio, la Segunda Guerra Mundial, la guerrilla y la lucha antifranquista en la clandestinidad.
El autor nació en Gijón en 1913, participó en el asalto al Cuartel de la Montaña, en la defensa de Madrid, fue herido en Brunete, luchó en el Jarama y fue comisario político en el frente de Aragón. Terminada la guerra española escapó del campo de concentración de Saint Cyprien siendo voluntario contra Hitler como guerrillero del Ejército Rojo en Ucrania, Hungría, Eslovaquia. Después trabajó en Radio España Independiente, fue miembro del Comité Central del PCE desde 1954. Volvió clandestinamente a España en 1962, siendo detenido en 1964; pasó diez años en los penales de Carabanchel, Cáceres, Soria y Segovia. En la transición participó en la Junta Democrática y Platajunta.
En la presentación de la obra, las editoriales expresan: "Esta Larga caminata es un testimonio excepcional por las informaciones inéditas que aporta un destacado participante en los hechos más importantes de la historia reciente, española, europea y del movimiento comunista español e internacional.
Escrita en un estilo amenísimo, tiene seis partes. De la infancia a la mili narra el enfervorizado ambiente popular de la II República. Por La guerra civil desfilan problemas políticos, militares, hechos de guerra y personajes legendarios como el general Kleber, Lukacs, Togliatti, Líster, Martínez Cartón, Claudín, Miguel Hernández... Guerrillero en tierras lejanas describe los campos de concentración en Francia, las acciones guerrilleras del Ejército Rojo contra los nazis y la participación española en las mismas. En Trabajo político el lector descubrirá Radio España Independiente, “La Pirenaica”, sus gentes, su trabajo, el ambiente de Moscú y el movimiento comunista bajo Stalin. Vuelve a España y en La clandestinidad y la cárcel, se tratan las discrepancias con Semprún y Claudín, las escisiones prochinas del PCE, y las terribles condiciones de los penales franquistas. Particularmente interesante es La conquista de la legalidad, donde revela los tejemanejes de los variados demócratas constitucionalistas, socialdemócratas, carrillistas y otros, así como la resistencia de parte del PCE, a la operación de la “transición democrática” que echó los cimientos de la transformación de la dictadura franquista en la democracia imperialista que hoy gobierna España".
ÍNDICEPrólogo, Armando López Salinas
Nota preliminar
Primer Cuaderno: De la infancia a la mili
I. Infancia en Gijón
II. De las pedreas a la pintura
III. Segunda República
IV. La mili en Ceuta
Segundo Cuaderno: En la guerra civil
V. De compañero de viaje a militante
VI. El asalto al Cuartel de la Montaña
VII. El Cerro del Lobo
VIII. La defensa de Madrid
IX. Instructor político en la Once. Herido en Brunete
X. Conversación con Togliatti. Teruel y otras batallas
XI. La escuela de cuadros. La pérdida de Cataluña. Exilio
Tercer Cuaderno: Guerrillero en tierras lejanas
XII. Dos acogidas: de Francia a la Unión Soviética
XIII. Otra vez la guerra. La Cuarta Compañía
XIV. La muerte de Armando
XV. Guerrillero por tierras de Ucrania
XVI. La salida del gran bosque
XVII. En el levantamiento de Eslovaquia
XVIII.Las peripecias de un radista sin radio
XIX. El fin de la guerra en Bratislava
Cuarto Cuaderno: Años de trabajo político
XX. Educador con “los niños de la guerra”
XXI. El trabajo en REI. Viraje táctico del PCE
XXII. Sospechas y procesos estalinistas
XXIII. Contra el culto a Stalin
XXIV. La crisis húngara. Adiós Bucarest
XXV. En Moscú con Dolores. La comisión de historia
XXVI. Madrid, la actividad clandestina
Quinto Cuaderno: La clandestinidad y la cárcel
XXVII. Intelectuales en lucha. Muerte de Grimau
XXVIII. Discrepancias y coincidencias
XXIX. La caída
XXX. En la cárcel de Carabanchel
XXXI. Empiezan las sanciones. Nuestras heroínas
XXXII. Por el estatuto del preso político. Nueve días de ayuno
XXXIII. La última y la peor de mis prisiones
Sexto Cuaderno: La conquista de la legalidad
XXXIV. De la Junta a la “platajunta”
XXXV. Centros de investigación: CEISSA y la FIM
XXXVI. Carta del Rey, reunión en un molino y otros episodios
Prólogo:
Robándole las palabras a Heinrich Böll he dicho y escrito en muchas ocasiones que la historia del progreso es también la historia de la ingratitud. Y ello porque la gratitud no es una categoría política que se cotice y el olvido es moneda corriente. Por eso no está de más el ejercicio de la memoria porque ésta, la memoria, es un asidero de la conciencia de lo vivido y por tanto un instrumento esencial en esta larga guerra del tiempo que es la lucha de clases.
Lo cierto es que la democracia en que hoy vivimos, manifiestamente mejorable, fue antes dictadura fascista. Y que las libertades actuales no vinieron llovidas del cielo, sino que fueron conquistadas día a día, palmo a palmo, sangre derramada por medio, a lo largo de muchos años por gentes que tuvieron la gallardía de mantener encendida la llama de la esperanza empeñando en ello la propia vida. La democracia era algo a conquistar, algo por lo que bastantes españoles se jugaron la vida y siempre la libertad.
Una libertad que, valga la paradoja, podía habitar entre rejas carcelarias.
“No, no hay cárcel para el hombre
no podrán atarme, no
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior”
diría Miguel Hernández.
Y quiero decir que en estos tiempos de almonedas ideológicas, en los establecimientos políticos del todo a cien, donde el olvido programado por los sacristanes del poder y sus expresiones mediáticas estimula la indiferencia de las gentes españolas hacia su propia historia, parece que empieza a quebrarse esa indiferencia en los últimos tiempos: las memorias de Sandoval son una pedrada en la charca del conformismo, que desearía pasajero, que aún invade a las fuerzas políticas y sociales de la izquierda española.
Durante años y años los españoles, sobre todo los de izquierda, sobre todo los comunistas, hemos sido convocados al silencio, esa perversión, esa amnesia de la democracia de nuestro tiempo. Se nos dice que, enfermos crónicos, padecemos el incurable mal de la nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue, que la época de las revoluciones ha terminado, que sentemos la cabeza y marchemos todos juntos por las sendas de la moderación marcadas por la “tercera vía” de Bad Godesberg. Pero, llegados a estos extremos, cabe decir –eso sí con toda modestia– , que la cabeza no está hecha para “sentarla”, sino para pensar. Entre otras cosas, en cómo acabar con el injusto sistema social y político vigente. Así que los comunistas tenemos trabajo para rato.
Esta larga caminata antifascista por tierras de España y por tierras de medio mundo, que, entiendo, llaman a nuestra rebeldía porque es de notar una cierta derechización de la vida en nuestro país y más allá de nuestras fronteras, porque cierta es la presencia de nuevas y viejas tramas fascistas, “Una larga caminata” llama a nuestros recuerdos personales, a nuestra memoria colectiva diciéndonos de algún modo que si ésta desaparece y no colocamos en la picota de la historia los años de la infamia del clerical-fascismo y sus beneficiarios, ¿de qué sirve buscar respuestas si no hay preguntas? Y si no hay preguntas, y así lo creo, del mañana se apoderarán los dueños del ayer, los dueños de hoy.
Militares felones, terratenientes, banqueros y obispos con el concurso del fascismo alemán, italiano, portugués y el Estado Vaticano, se alzan contra la República.
La gente trabajadora se echa a la calle. Republicanos, socialistas, comunistas, libertarios, gentes sin partido toman al asalto el sublevado Cuartel de la Montaña. Y ahí está Sandoval, que toma su fusil en el Madrid del “No pasarán”.
Pero la República va muriendo tras la batalla del Ebro, los pertrechos militares necesarios para continuar la guerra son detenidos por las autoridades francesas al otro lado de los Pirineos. Para marzo del 38, tras la traición de Casado, Besteiro, Mera y Wenceslao Carrillo todo está perdido. El silencio de las armas no anuncia la paz, sino la venganza. Campos de concentración, cárceles, torturas y fusiladas al amanecer.
Sandoval cruza la frontera francesa. Campo de concentración de Saint Cyprien y de allí a Moscú. Voluntario en el Ejército Rojo al producirse la invasión de la URSS, vuelve a tomar las armas. Luego, informado de que su hermano ha muerto en combate en una unidad guerrillera, deja el ejército regular para incorporarse como partisano a la lucha tras las líneas alemanas. El fin de la II Guerra Mundial le alcanzará en Bratislava, capital de Eslovaquia.
En 1962 llega a Madrid para trabajar junto a Romero Marín en la dirección partidaria madrileña. Tras la detención de Julián Grimau, sustituye a Jorge Semprún, Federico Sánchez, en el trabajo clandestino. Si difícil fue su vida durante la guerra, no menos lo será en la clandestinidad. La vida en juego en cada esquina, en 1964 es detenido a punta de pistola. Condenado a quince años y tres meses por el Tribunal de Orden Público recorre la cárcel de Carabanchel y los penales de Cáceres, Soria y Segovia.
Tras la legalización del Partido Comunista es nombrado Presidente de la Fundación de Investigaciones Marxistas. Si la entrada de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia fue para Sandoval, internacionalista hasta la médula, un mal trago que tiene la gallardía de denunciar, el hundimiento de la URSS fue una tragedia para el movimiento obrero y revolucionario. Pero mal que les pese a los ideólogos del fin de la Historia, ésta memoria que tenéis en vuestras manos nos dice que el mañana no está escrito, que nunca lo estuvo, que siempre habrá nuevos caminantes sobre los largos caminos de la libertad.
Armando López Salinas
Sobre el autor:
JOSÉ SANDOVAL MORIS nació en Gijón en 1913, participó en el asalto al Cuartel de la Montaña, en la defensa de Madrid, fue herido en Brunete, luchó en el Jarama, Comisario Político en el frente de Aragón...
Terminada la guerra española escapó del campo de concentración de Saint Cyprien siendo voluntario contra Hitler como guerrillero del Ejército Rojo en Ucrania, Hungría, Eslovaquia...
Después trabajó en Radio España Independiente, miembro del Comité Central del PCE desde 1954, vivió los problemas del movimiento comunista: viraje táctico del PCE, lucha contra el «culto a Stalin», crisis húngara... En el 58 es miembro de la Comisión de Historia del PCE junto con Dolores Ibárruri, Azcárate, Cordón...
Vuelve clandestinamente a España en 1962, siendo detenido en 1964; pasa diez años en los penales de Carabanchel, Cáceres, Soria, Segovia, participando activamente en las luchas de los presos políticos.
En el 74 se une a la lucha por la democracia, participando activamente en los problemas del momento: eurocomunismo, legalización del PCE, Junta Democrática, Platajunta.
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