EL PERIÓDICO 10/08/2009
El fotógrafo tomó 9 imágenes de la frontera catalana del Vall d’Aran
Las biografías del fotógrafo Robert Capa dicen que, amargado por la derrota de la República, tras una guerra en la que murieron tanto su idealismo político
como su compañera Gerda Taro, vio por última vez tierra española el 28 de enero de 1939. Cruzó la frontera con la marea de refugiados en Le Perthus, regresó poco después a los campos de refugiados y no volvió la vista atrás. Solo una vez se habría acercado a Toulouse. Pues bien, como otros tantos capítulos de su vida, este también debe ser revisado. Capa regresó para poner sus pies en la frontera franco-española en noviembre de 1944.
Allí tomó sus últimas nueve fotografías de suelo español: subió hasta el Portillon, el puerto que separa Francia y el Vall d’Aran, entre Bagnères-de-Luchon y Bossòst, días después de que lo atravesaran derrotadas las columnas de guerrilleros republicanos que habían invadido la España de Franco.
La revisión de la imagen que dio fama a Capa, el miliciano caído en circunstancias inverosímiles y en una zona sin combates en Espejo (Córdoba), que no en Cerro Muriano, cuestiona el comportamiento del fotógrafo los días en que se enfrentó a su bautismo de fuego. Las nuevas noticias sobre su despedida a España, en cambio, dan aún más fuerza a la sinceridad de su compromiso con la España republicana.
Quien se dio cuenta de que las confusas versiones de la biografía de Capa ocultaban un último adiós a España del que debía quedar registro fotográfico fue el experto en la obra del fotógrafo Carles Querol. Tras años documentando las imágenes de Capa en Catalunya, su trabajo (parte del cual, así como investigaciones posteriores en colaboración con EL PERIÓDICO y el ICP de Nueva York, publicará este diario en los próximos días) debía convertirse en una exposición en la Pedrera, cancelada en vista del impacto que iba a tener la muestra que se puede visitar hasta el 27 de septiembre en el MNAC. La exposición iba a tener como título Robert Capa i Catalunya: 1936-1944). ¿Por qué?
En su autobiografía novelada para servir como guión cinematográfico, Ligeramente desenfocado (La Fábrica), Capa narra una aventura fantástica: visita a los maquis, que cantan una jota catalana y flamenco, y beben con «una especie de botellas de dos cuellos». Un grupo de 150 recibe permiso para entrar 24 horas en el Vall d’Aran y la propaganda franquista lo hace pasar por una invasión. Los maquis, al final, atraviesan las montañas nevadas, derrotados.
El biógrafo de Capa, Richard Whelan, ajustó más el tiro: tras fotografiar una asamblea de la Unión Nacional Española en Toulouse del 3 al 6 de noviembre de 1944, Capa se habría acercado hasta la frontera para fotografiar a 150 guerrilleros derrotados. A Querol le pareció una pista más que firme de que la invasión del Pirineo por 4.000 guerrilleros en 1944 para forzar una intervención aliada contra Franco (nada de una escaramuza, sino la última oportunidad de la República) había atraído por última vez a Capa.
Pero ninguna prueba demostraba que se acercara a territorio español: en los archivos de Magnum solo figuraban fotos de heridos en un hospital supuestamente de Toulouse, a 150 kilómetros, aunque en realidad se trata de la localidad de Bagnères-de-Luchon. Y Whelan también aseguró que tras 1939, Capa «no volvió a España en su vida».
Las fotos no aparecían, pero un artículo de Capa en la revista Life citado en un pie de página por el biógrafo podía aclarar algo: en cuanto la comisaria de la exposición Esto es la guerra, Cynthia Young, envió una copia, todo encajó. El relato de los hechos que envió Capa para la revista resultó ser más fidedigno que sus biografías, e incluía una pequeña imagen en la que nadie había reparado; Capa fotografió el puesto fronterizo español, con las consignas franquistas de rigor: España una grande y libre. Arriba España. Viva Franco. En franciñol, alguién había escrito: Vive une Franco Morir. Tras volver a analizar sus archivos, el ICP ha identificado por primera vez nueve negativos de la frontera española.
En su artículo, el fotoperiodista es claro: viajó hasta Bagnères-de-Luchon, a 10 kilómetros de Catalunya, donde según relata estaban los heridos que semanas antes habían entrado en el Vall d’Aran. La foto demuestra que, además, ascendió hasta el Portillon para fotografiar por última vez, con los pies sobre la línea fronteriza, el país del que había salido en 1939. Capa recuerda que durante la guerra ha visto a combatientes republicanos en Túnez, Saint Malo, París... Todos con ganas de liberar después Madrid. En Bagnères pregunta a uno de los republicanos hasta dónde querían llegar por el Vall d’Aran. Le responde: «A Madrid».
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