EL PAÍS 01/02/2000
El maquis vuelve a estar de actualidad en el terreno de la memoria. Los nombres de los viejos guerrilleros de la posguerra, como Quico Sabaté, Marcellí Massana, Josep Lluís Facerías y Ramon Vila, el Caracremada, asoman de nuevo en las páginas de la prensa, y varios libros rescatan la memoria de unos hechos silenciados durante años.
No hace mucho que hubo un acto en Sant Celoni en memoria de Quico Sabaté. La placa inaugurada decía: "Aquí fou assassinat Quico Sabaté, guerriller antifeixista. 5 de gener de 1960". Han tenido que pasar 40 años para que Sabaté pasara de "bandido", tal como lo calificaba el régimen de Franco, a "guerrillero antifascista".La intención de este artículo es más bien la de constatar el escaso eco que el maquis ha tenido en la literatura del país. Juan Marsé lo ha incluido en algunos de sus libros -el guerrillero misterioso que aparece en el barrio y rememora las viejas hazañas-, pero no hay muchas muestras de su presencia literaria. La persecución y muerte de Quico Sabaté encontró, en cambio, eco en algunas películas. En Metralleta Stein, por ejemplo, realizada por José Antonio de la Loma en 1974, John Saxon era Quico Sabaté; Blanca Estrada, su mujer y Francisco Rabal hacía de inspector Quintela. No puede decirse que fuera una versión fiel, pero Sabaté estaba en el fondo de la historia.
El historiador Ferran Sánchez Agustí, en su libro Maquis a Catalunya. De la invasió de la vall d'Aran a la mort del Caracremada, aporta abundante documentación sobre los hechos efectuados por los maquis, desde la invasión del valle de Aran en 1944 hasta la muerte de Caracremada en 1963. En el libro abundan las anécdotas de osadía que podrían convertirse en excelente material literario. El periodista Oriol Malló, en su libro La revolta dels Quixots, rescató en 1997 el espíritu del maquis en una larga entrevista con Domingo Ibars, y el también periodista Daniel Arasa publicó en 1984 Años 40: los maquis y el PCE. Los hechos históricos están aquí, a la espera de la novela pendiente sobre el maquis. Los asaltos a meublés de Quico Sabaté y Facerías, las travesías del Pirineo, las atrevidas incursiones en Barcelona son anécdotas que se habían ido transmitiendo a través de la oralidad y que ahora asoman en los libros. Los maquis de Cataluña solían ser de tendencia anarquista, aunque en algunos casos iban a su aire. Domingo Ibars explica: "Tanto Facerías como Sabaté no tenían ningún tipo de ética política. Hacían su guerra y no hacían ningún favor a nuestro movimiento porque la gente los consideraba bandidos y no guerrilleros". No es una opinión aislada.
El historiador Eduard Pons Prades acompañó en 1970 a los miembros de una productora británica por los escenarios de los últimos días de la vida de Quico Sabaté. La productora estaba interesada en filmar una película con el título The brave lied dead, pero el proyecto no cristalizó. Fue una oportunidad perdida. Fred Zinnemann, en cambio, sí realizó una película titulada Behold a Pale Horse, traducida como Envejece un guerrillero, basada en la vida de Quico Sabaté. En España la película se estrenó en 1979 con el título Y llegó el día de la venganza, sin que tuviera mucho eco. El filme se estrenó en Nueva York en 1964, pero la censura de Manuel Fraga Iribarne retrasó su estreno en España. Gregory Peck era el protagonista y Anthony Quinn ejercía de capitán. Aunque los nombres estaban cambiados, eran reconocibles las peripecias de Sabaté. Ha habido otras películas que se han inspirado en acciones del maquis -como A tiro limpio, de Francisco Pérez-Dolz (1963); Los atracadores, de Francisco Rovira-Beleta (1961), y El cerco, de Miquel Iglesias (1955)-, pero el cine español ha perdido la oportunidad de realizar su particular Bonnie and Clyde, con ecos políticos, hazañas increíbles y escenarios reconocibles.
Si bien el cine lo ha intentado, la literatura se ha quedado coja en lo que se refiere al tratamiento del fenómeno de los maquis. Descripciones como la de la muerte del Caracremada, el 7 de agosto de 1963 en la Creu del Perelló, excitan la imaginación literaria. Los agentes de la Guardia Civil dispararon a ciegas y estuvieron agazapados durante toda la noche esperando. Lo habían tocado de muerte y le oían respirar, pero no murió hasta las seis de la madrugada, desangrado junto a su mochila. El detallado contenido de lo que llevaba el Caracremada en el momento de su muerte ayuda a definir el personaje: "Llevaba 5.072 pesetas y 100 francos. Vestía pantalón azul, camisa caqui y botas de montaña. Además de la mochila, llevaba una bolsa, un morral, un saco de dormir de cremallera y un impermeable. Para la subsistencia, una bota de vino, una fiambrera de olla barrejada hecha de garbanzos y patatas, un pote de Nescafé, tabaco y un encendedor. Para sabotear, un conjunto de llaves, cuatro cantimploras llenas de explosivo de plástico, detonadores y material diverso para fabricar bombas. Para el combate, una bomba de mano en el cinturón, una pistola Parabellum 9 milímetros especial, con 39 balas, y un Colt de 11 milímetros con 38 cartuchos y 3 cargadores". En esto se resume la vida de un maquis, del último maquis quizá, de unos hombres que siguieron combatiendo después de la guerra civil con la ilusión de acabar con Franco y que no han encontrado todavía el eco que merecen en la literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario