EL MUNDO 16/03/2007
El tresor del maquis.
Joan Constans (Olot, 1940), profesional de las artes gráficas, comenzó a escribir en la frontera de los 60 años. Ahora nos presenta El tresor del maquis, su primera novela -probablemente madurada durante mucho tiempo-,
en la que ha sabido volcar sus recuerdos y vivencias de la posguerra española. Lo hace sin acritud, con sorna y una cierta morriña. Atento a los detalles, describe un microcosmos que le fue cercano y que se erige en imagen de la sociedad catalana de la época a través de unos personajes de carne y hueso, pero prototípicos al mismo tiempo: el jefe de la Falange con un pasado republicano, el religioso llegado de América reacio a cantar el cara al sol, los adolescentes que desconocen su historia, la Guerra Civil, el maquis que muere luchando, las madres solteras, etc.
Aunque los protagonistas son adolescentes, no es ni mucho menos una obra restringida a este público; es más, mucha gente mayor revivirá con esta lectura parte de su juventud en esa Cataluña de finales de la década de los 40, que comenzaba a sepultar los recuerdos de la guerra y a plegarse a las exigencias del régimen franquista.
La novela parte de 1977, tras las primeras elecciones democráticas, con un homenaje al padre Gratacòs, un escolapio que ha sabido descubrir y salvaguardar ese «tesoro» que ya se puede mostrar al público. A partir de ahí, el narrador, Albert, uno de los alumnos de los Escolapios donde enseñaba Gratacòs, nos conduce en un viaje en el tiempo 30 años atrás, cuando se inicia la aventura en pos de este «tesoro».
Un cierto tono de comicidad, conseguido por medio de las situaciones y el lenguaje coloquial de la época, preside toda la novela en la que pesa el paisaje y los personajes, comenzando por Gratacòs, el aliado de los tres alumnos -Albert con el padre exilado; Recoll, hijo natural del maquis Mercader; y Establia, vástago del empresario de la zona- empeñados en encontrar el tesoro de cuya existencia les habló un religioso judío. El malo de la película es Gildo, jefe de la Falange y profesor de Formación del Espíritu Nacional en los Escolapios, que seguirá de cerca los pasos de los chicos.
Una obra excelente, hecha de pequeñas historias que podrían por sí solas dar pie a otras novelas, pero que forman parte de esta telaraña que nos atrapa sin remedio. Una lección de historia muy bien maquillada de aventura, pensada para despertar la curiosidad de los lectores jóvenes por saber más sobre los maquis o la columna Durruti, y también un ejercicio nostálgico repleto de guiños para el adulto.
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