EL PAÍS 24/05/1980
En octubre de 1944, unos 1.500 maquis, bien armados, penetraron en España por el valle de Arán. Esta invasión concluyó rápidamente en un fracaso, cuyas causas están aún por explicar, sin que deba descartarse la mano de los servicios de espionaje alemanes en la operación.
Uno de los resultados, nada despreciable, fue la cohesión del Ejército franquista, en cuyas filas había cundido un descontento que podía culminar en un golpe de Estado. En los meses que precedieron a los acontecimientos citados el régimen había aumentado la represión contra la izquierda y los republicanos supervivientes.
La milicia falangista estaba considerada en este momento como una fuerza de reserva que podía ser llamada, en una situaciónmo una fuerza de reserva que podía ser llamada, en una situación de emergencia, a reforzar la policía regular en caso de desórdenes, huelgas, etcétera. Una especie de somatén de reserva. A esto hay que añadir otra serie de medidas, como la formación, en agosto de 1944, de un cuerpo de élite, la Guardia de Franco, con miembros de la Vieja Guardia y de la División Azul; la venta a bajo precio y distribución de armas cortas, de una forma no oficial e indiscriminada, a diversos sectores falangistas, o la formación de listas negras.Es interesante a este respecto constatar las directrices de una orden emanada de la secretaría general del partido, el 21 de septiembre de 1944, a todos los jefes de distrito de Madrid. Eran las siguientes: lista de rojos que han estado activos en el pasado o durante la guerra civil, con todos los posibles detalles referentes a sus actividades y su situación presente (libertad, libertad provisional, libertad restringida, prisión); indeseables, es decir, aquellos que, estando sin una afiliación definida, podrían sacar partido de cualquier agitación o desorden para sus propios propósitos; extranjeros que han residido en España desde la guerra civil; simpatizantes rojos, es decir, aquellos que no han tomado parte en actividades rojas, pero, sin embargo, simpatizan con ellos y hacen todo lo posible para hundir el Movimiento, propagando rumores y falsas historias.
Estas directrices fueron pasadas a los «jefes de casa» que la Falange había establecido en cada edificio de viviendas y cuya función consistía en espiar e informar de la actividad«de todos los residentes, forzando a los porteros a cooperar, informando de las visitas bajo pena de expulsión del puesto de trabajo o represalias.
Detenciones y ejecuciones
Simultáneamente se incrementaron, en la segunda mitad de 1944, las detenciones políticas y las ejecuciones de prisioneros. Unos, detenidos por actos clandestinos considerados hostiles al régimen, y otros, que todavía esperaban el cumplimiento de la sentencia desde el final de la guerra civil. El Gobierno británico tuvo incluso que intervenir ante la Secretaría de Estado del Vaticano presentando un informe detallado del número de ejecuciones, condenas a muerte y detenciones de un régimen que se presentaba como paladín de la cristiandad, que no pudieron menos de causar estupor y fueron en viados al nuncio Cicognani para información y encuesta.
Estas medidas trataban de poner freno al impacto de las victorias aliadas sobre la opinión pública, cuando numerosos falangistas habían empezado a ocultar sus uniformes y la oposición al régimen empezaba a inquietarse.
Sin embargo, la presión aliada y la influencia del Ministerio de Asuntos Exteriores pesaron. El general Franco, en unas declaraciones al representante de la United Press, en el mes de noviembre, que fueron acogidas con enorme reticencia por los extremistas de la Falange, aunque ponía de manifiesto su escaso interés por un cambio profundo en la situación política, describía los pasos dados en la construcción de una democracia orgánica, primero, con la constitución de las Cortes luego, con unas típicas elecciones sindicales y la promesa de una nueva ley de Administración Local que regulase, las elecciones municipales. Poco después apareció en el Boletín Oficial del Estado una leyorgánica por la que se resucitaba el Consejo de Estado, y al final de año llegaron noticias a la Embajada británica de que el general Franco «seguía con templando» la supresión del puesto de ministro secretario general del partido, junto con el paso de la sección de prensa y propaganda al Ministerio de Gobernación y la incorporación de la milicia falangista al Ejército. (4).
La Junta Suprema de Unión Nacional
Hay que añadir a todo este entramado un hecho de suma ímportancia: la invasión de los maquis en el valle de Arán, en el mes de octubre de 1944. Esta operación ha-sido mas o menos encomiada y puesta en el activo de la Unión Nacional Española. La tesis tradicional asegura que la delegación del comité central del PCE dentro de España envió una directiva a la delegación en Francia en el momento de la liberación para crear un frente militar en el lado español de los Pirineos, y que esta delegación y el mando de las fuerzas guerrilleras organizaron la ocupación del valle de Arán simultáneamente con otras operaciones secundarias siendo un completo fracaso. Este acontecimiento, que en la primera semana no recibió ninguna cobertura informativa, sí la recibió, a pesar de lo que se ha afirmado, a partir del 11 de octubre por la Prensa y la radio españolas (días 11, 17, 19, 22, 24, 25 y 26 de octubre).
George Hilis ha-llegado a asegurar que en la historia moderna no existe ninguna otra ocasión en la que 1.500 guerrilleros bien armados hayan sido tan fácilmente derrotados. Posiblemente existan causas mucho más profundas que se pueden esbozar en este artículo y que en su día se podrán explicar más detalladamente. Es muy posible que en esta acción guerrillera no se pueda descartar la mano de Alemania. Dejando de lado las manipulaciones de la Gestapo y el Intelligence Service en el sur de Francia, han sido desclasificados recientemente varios informes, tanto británicos como norteamericanos, que llaman poderosamente la atención.
El más significativo y más resal en su día por el Foreign Office, al ser mandado imprimir, pertenece al cónsul británico en Barcelona, Harold Farquhar. Este consulado, uno de los centros fundamentales del espionaje británico en España, con amplias ramificaciones en el sur de Francia, envió una misión. informativa compuesta por los vicecónsules Mr. Dorchy y Mr. Amoore a Toulouse, otro centro importante de la inteligencia británica durante los años cuarenta.
A su vuelta prepararon un amplio,informe top secrett del que Harold Farquhar resaltaba, entre otros aspectos, los siguientes: «La UNE podía muy bien compararse con la EAM de Grecia. Se especula mucho sobre la procedencia de los fondos que les sirven de base. En ausencia de una prueba definitiva en contrario, puede muy bien tratarse de los alemanes, que están interesados en fomentar la anarquía y el desorden en todo Jos países liberados por los aliados. Existe una notable. evidencia en el sentido de que muchos de estos extremistas republicanos trabajaron para la Gestapo durante los años de la ocupación alemana de Francia». De la misma opinión era la información llegada al Departamento de Estado con fecha de 27 de septiembre, desde Figueras, antes de iniciarse la operación.
Existen asimismo informes hoy día accesibles de los servicios de espionaje (aliados, en especial de la inteligencia militar británica, desde los primeros meses de 1943), sobre preparativos alerrranes de todo tipo para el caso de una posible derrota, pero esto nos llevaría demasiado lejos. Digamos únicamente que estos elementos exaltados contribuyeron a cohesionar al Ejército en torno a Franco en un momento delicado de posible transición. (5).
La posibilidad de golpe de Estado
La situación del Ejército antes de esta lamentabilísima operación del valle de Arán era apreciada de la siguiente forma por los servicios de información aliados:
El apoyo de los generales más antiguos era esencial para el éxito de cualquier levantamiento. La mayoría de los generales enérgicos y de carácter habían sido colocados en lugares menos relevantes, caso de Kindelán, o, incluso sometidos a estricta vigilancia, caso de Aranda. Ninguna acción era posible por parte de generales más pusilánimes sin el apoyo de aquellos generales.
Entre los mandos inferiores al cargo de coronel existía una gran diferencia de opinión. La mayoría probablemente era leal a Franco, a quien debían su posición y muchos privilegios, pero existía un amplio sector de descontentos. Estos últimos estaban constituidos principalmente por militares de carrera que estaban muy molestos por la política de nombramientos que se había llevado a cabo, dando preferencia a individuos en función de los especiales servicios prestados al partido o durante la guerra civil. Todos aquellos que habían sido pasados a la reserva o que habían sido sobrepasados en las promociones había que contar entre los descontestos.
En aquel momento, se opinaba que estos elementos descontentos estaban a medio camino entre los extremos, constituidos por los oficiales pro Franco y los oficiales ex regulares retirados del Ejército por actividades republicanas antes o durante la guerra civil. Existían indicios de que tales elementos, en caso de un inicio de disturbios, podrían ver la oportunidad de unir sus fuerzas con los oficiales republicanos retirados en una revuelta contra el régimen.
La tropa, en su mayoría, simpatizaba con la izquierda
Las escalas inferiores se encontraban en una situación lamentable y la tropa, en su mayoría, simpatizaría con la izquierda, si bien el sentimiento variaba de acuerdo a los diferentes. regimientos. Algunos dispararían contra el pueblo si se les ordenase hacerlo, y otros no. En los casos en que los oficiales estuviesen a favor de la oposición, sus hombres probablemente les seguirían.
En conclusión, se afirmaba lo siguiente: «Aunque existe un amplio núcleo de personas insatisfechas dentro del Ejército e incluso la policía, todo depende del liderazgo de uno o más generales enérgicos. Si tuviese éxito una revuelta preliminar, se le podría unir inmediatamente un bloque compacto con suficiente fortaleza para asegurar un éxíto final. La ventaja de Franco consiste en que es muy difícil para cualquier general montar la organización necesaria para llevar a efecto un ataque al régimen sin recibir antes detalles de los preparativos. Por esta razón, una victoria democrática en Europa es tan ansiósamente esperada por la oposición y se piensa que reforzará la determinación de los generales vacilantes y debilitará la posición de Franco y la Falange» (6).
Pero el general Franco, que recibió a su vez diversos informes con indicaciones acerca de la dudosa lealtad del Ejército, procedió a ordenar un endurecimiento de las medidas de control de los mandos y la tropa, a la vez que ordenaba una distribución en diversas unidades de oficiales de las milicias falangistas del SEU, perfectamente seleccionados por sus ideas políticas, su fanatismo al servicio de la Falange y los sentimientos de sus familiares. Asimismo, manteniendo concentrado el Ejército en las provincias del norte de España por elpeligro revolucionario, se evitaba el peligro de dispersión, que fue tan negatívo para la II República.
El refuerzo que supuso la ínvasión del valle de Arán para la unidad del Ejército, así como estas médidas, tuvieron su efecto. El agregado militar británico inforniaba, a finales de enero de 1945, que «los generales están todavía en el stadio de maniobrar para alcanzar posiciones. Ningún grupo, sin embargo, tiene las suficientes como para quele permitan llevar a cabo un golpe de Estado por sí solos». El general Kindelán se encontraba totalmente desilusionado y pensando que los días propicios para llevar a cabo una acción ya habían pasado.
4. F. O. 371, 39688/C17111;N. A. OSS/L50235; F. O. 371, 39678/C15615/C16067.
5. F. O. 371, 39735/C15431; 49553/Z161; N. A. OSS/112771.
6. N. A. OSS/L50388.
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