EL PAÍS 25/08/2004
"A los republicanos españoles, principal componente de la columna Dronne". Así reza la placa que inauguró ayer el alcalde de París, Bertrand Delanoë, en compañía del presidente del Senado español, Francisco Javier Rojo.
El acto, sencillo y breve, en un muelle del Sena, estuvo cargado de emoción porque asistieron antiguos combatientes españoles y franceses y porque los breves parlamentos supieron rendirles homenaje. "Si hoy Europa construye su democracia en libertad, si puede intentar ser el modelo de un nuevo humanismo, eso se lo debemos a quienes, en su momento, supieron resistir", dijo Delanoë, mientras que Rojo quiso "dar las gracias" a esos mismos resistentes que "tras la amarga derrota en España, tuvieron el coraje de seguir luchando". Rojo insistió en la importancia de "la memoria histórica para evitar repetir errores y horrores y para que todos aprendamos los valores por los que merece la pena luchar".
París, la alcaldía de la coalición socialista-ecologista y comunista que dirige la capital gala, no ha tenido ninguna dificultad en integrar la aportación de los soldados españoles en la liberación definitiva de la ciudad, entre el 24 y el 25 de agosto, tras una semana de insurrección popular. El gobernador de la ciudad, Dietrich von Choltitz, tenía órdenes de destruirla, pero dudó y dio tiempo a que los españoles llegaran como avanzadilla. Para Anne Hidalgo, hoy primera teniente de alcalde, "se trataba de recuperar una parte de nuestra historia que había sido olvidada". Ella, nieta de republicanos españoles, siempre conoció la respuesta que recibió Pierre Crénesse, periodista de una radio clandestina que retransmitía la liberación de París. Crénesse, emocionado, le preguntaba al tanquista que acababa de llegar delante del Ayuntamiento "si había venido de un rincón muy lejano para liberar la madre patria" y éste le dijo: "Señor, soy español".
Más de 3.500 españoles se integraron entre los 14.500 soldados de la Segunda División Blindada del general Leclerc, la mítica 2ªDB que venció a los alemanes en África, en Koufra, participó en el desembarco de Normandía, liberó también Estrasburgo y llegó hasta el nido de águilas de Hitler, en Berchtesgaden. París, ciudad de emigración, multiétnica, fue liberada por tropas que venían de España pero también de EE UU, de Siria, de Marruecos, de Líbano o de Canadá, de medio mundo. Pero es cierto que los españoles nunca tuvieron detrás un Estado que reivindicase su papel. "Esos luchadores de la libertad han vivido muchos años olvidados. En su país las autoridades y mucha gente los consideraban una vergüenza, preferían ocultarlos", dijo el presidente del Senado al evocar el comportamiento impuesto por el franquismo.
Pelo gris o muy blanco, sorprendentemente largo en muchos casos, los viejos combatientes, luciendo las medallas ganadas en combates sucesivos, blandiendo las banderas de sus regimientos, testimoniaban bajo el cielo encapotado de París de la hermandad del esfuerzo "entre ciudadanos de dos países que luchaban contra el nazismo". "Los españoles eran los soldados preferidos de mi padre", confiesa la hija del capitán Dronne, el hombre que dirigía la nueve, la compañía con un 80% de españoles y con el castellano como idioma oficial. "No eran soldados fáciles de dirigir, querían tener al frente un oficial que se los mereciera. Capitanearles era un honor".
Francia ha tardado 60 años en ofrecer ese pequeño homenaje oficial a los soldados republicanos. "Hoy lo importante es alegrarnos de ello. Sobre las razones del retraso, cada uno de nosotros tiene su idea", dijo Hidalgo. Es cierto, sin embargo, que esos republicanos a los que Franco privó de su país obtuvieron a cambio, como ciudadanos franceses, pensiones de jubilación, cuando llegó el momento, o de invalidez cuando fueron heridos muy gravemente. Ellos luchaban bajo la bandera de un ejército regular, situación que no conocieron la mayoría de maquis que se sumaron a la Resistencia, los alrededor de 10.000 españoles que en los bosques del Vercors, del Macizo Central o de los Pirineos hostigaban a los alemanes.
La ceremonia de descubrimiento de la placa contó también con la presencia de tres representantes de comunidades españolas, el conseller catalán Joan Saura, el presidente en funciones de Asturias, Jaime Rabanal, y la portavoz del Gobierno vasco, Miren Karmele Azcarate. Saura ha viajado a París "con seis veteranos, seis personas que lucharon también en Francia". "Para todos ellos ese reconocimiento de la alcaldía es una de las mejores cosas que les han sucedido en su vida". En su opinión, "es posible que durante la transición fuese necesaria una cierta dosis de amnesia, pero hoy todas las comunidades tenemos como objetivo la recuperación de la memoria histórica". La portavoz vasca insistió en "la importancia de transmitir todo ese legado de memoria a las jóvenes generaciones".
En 1944, Francia necesitaba que su capital se liberase por sí sola y de ahí las palabras del general Charles de Gaulle cuando el 25 de agosto llega al Ayuntamiento de París. En ese momento había que dar el mayor relieve posible a la Resistencia y a las tropas de la llamada Francia Libre. Esa Unión Nacional, que agrupaba a gaullistas, socialistas, comunistas y demócratas, no tardó en saltar hecha añicos víctima de la guerra fría. Entonces, en los actos oficiales, se obvió el papel desempeñado por los comunistas y toda la izquierda radical. En ese contexto de tensión política, nadie levantó un brazo por los españoles. Ahora lo hace el Ayuntamiento de Delanoë. "Un Ayuntamiento es una institución que forma parte del Estado", dice Saura para cerrar la polémica sobre el grado de implicación estatal en el reconocimiento. Es una manera de ver las cosas.
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