EL MUNDO 06/08/2007
Hace 62 años, el cuerpo del maquis Victorino Pereda fue enterrado a la puerta del cementerio de Roturas de Cabañas (Cáceres). Al principio se decidió quemar el cadáver, constelado de tiros;
pero, por si el guerrillero era católico, el cura tuvo la delicadeza de enterrarlo de forma que, todo el que pasara al camposanto, tuviese que pisar la tumba del rojo. En los años 50, Trinidad Alvarez, una mujer de izquierdas, fue condenada, por el mismo u otro cura, al mismo pisoteo de por muerte: la enterraron sobre el cadáver del maquis. Todo, hasta ahora, se calló por el temor de los pueblos a la Iglesia y a la Benemérita... Es una pequeña ilustración de lo que se da en llamar, con temor y temblor, Memoria Histórica. Quien crea en otra vida tras la vida, ¿qué tiene que decir?
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