Maquis: Déficit de investigación.

Francisco Moreno Gómez
Historiador y catedrático de instituto
Revista Internacional de la Guerra Civil, Nº 1 - enero 2003


El panorama actual de los estudios sobre el maquis o guerrilla (que no es cuestión de polémica terminológica) dista mucho de ser satisfactorio, en cuanto a rigor, nuevas aportaciones e investigación se refiere.
Se escribe mucho sobre la guerrilla en medios de comunicación —mucho menos en libros— y suele ser de manera apresurada, con poco conocimiento de causa e incurriendo, a menudo, en anecdotarios (cuando no en crónicas rosa, que es peor). Tiene mucha culpa de la actual desidia la institución universitaria que, salvo dos excepciones, no se ha ocupado aún de afrontar en serio el estudio de este fenómeno antifranquista (como tampoco se ha ocupado casi nunca del estudio del aspecto humano de la guerra, es decir, de la represión; y no tanto represión republicana, archiconocida a partir de la Causa General, sino de la que fue tres veces superior, en cantidad, extensión, duración e intensidad: la represión franquista).

No hace mucho, la revista Paris Match (17 de diciembre de 1998) se inventó un cincuentenario del “fin de la guerrilla”, bajo la firma de José Ayala, con unos titulares tan sorprendentes como erróneos: “Otoño de 1948. El Comité Central del PCE da orden de retirar los últimos grupúsculos de un simulacro de guerrilla...”. Todo un error. Ni existió tal desconvocatoria de la guerrilla, ni esta se puede calificar de “grupúsculos”, ni mucho menos de “simulacro” de guerrilla (aparte de que los pies de fotografía aparecen todos equivocados). Un artículo absolutamente precipitado, sin base investigadora, como la mayoría de los que salpican paginas o espacios de los mass media. El alud de tópicos que se suelen deslizar en estos casos es verdaderamente abrumador, sobre todo para quien desde 1977 viene investigando este tema.

Nuestra sorpresa sube de tono, cuando recientemente, en la revista manchega Añil (núm. 23, otoño 2001), magnífica por otra parte, nos tropezamos con el artículo del periodista Pedro Aguilar, titulado: “Maquis en Guadalajara: guerrilleros en alpargatas”. Ya en el titular hallamos el desenfoque histórico: nunca fueron las alpargatas parte de la indumentaria de los maquis. Después descubrimos la raíz de los entuertos: el autor basa su escrito únicamente en unas entrevistas relativas a sólo dos huidos en el monte. Y con tan escaso trabajo de campo se pretende opinar de todo lo que fue el fenómeno del maquis en España. Se afirma que el maquis “fue alentado por el Gobierno en el exilio francés”. Nada mas falso. Primero, por la fecha. El Gobierno del Dr. Giral es de comienzos de 1946, cuando ya la guerrilla estaba en su apogeo. Segundo, tal gobierno no alentó la guerrilla, porque sus principales componentes (republicanos, socialistas) no apoyaban, oficialmente, la lucha armada; sólo estaba a favor el PCE (aunque en la base de la guerrilla hubiera una militancia diversa y plural). Eso sí: la consigna comunista fue la de apoyar sin reservas al Gobierno Giral, que es muy diferente. En otro punto se insiste en el tópico de siempre: “En 1948 el PCE decide su disolución”. Nada más lejos de la realidad. Y luego, otro tópico más: “Olvidados de los comunistas...”. Que algún dirigente comunista —Carrillo, tal vez— se haya distanciado más tarde del legado histórico de la guerrilla no quiere decir, ni muchos menos, que “los comunistas” se hayan olvidado de los maquis, cuando es, precisamente, el PCE el que tiene abierto en Madrid desde 1980 el mejor archivo sobre la guerrilla, archivo seguramente no consultado por este autor. Más adelante, y para colmo, a pesar de lo que ya se ha publicado sobre la materia desde la restauración de la Democracia, Pedro Aguilar utiliza como datos numéricos los de 1975, tendenciosos y superados, de F. Aguado Sánchez, jefe de la Guardia Civil. Por cierto, el autor llama “asesinatos”, como Aguado Sánchez, a las represalias de los maquis y no menciona siquiera los “paseos” o aplicaciones de la “ley de fugas” en ese tiempo contra guerrilleros, familiares o enlaces, en número muy superior. ¿Cómo llamar a estos métodos de exterminio? ¿Óbitos, fallecimientos? ¿O tal vez “daños colaterales”? Y es que la terminología, en el texto histórico, es determinante. Tampoco se puede hablar de “seis mil hombres” en el monte. Por lo menos, un millar más. Ni sólo “veinte mil” enlaces, ya que más sesenta mil fueron a parar a la cárcel por este motivo desde 1939. Y ahora hay que sumar los muchos más que no cayeron ni fueron descubiertos: bastante más del doble. Y al término de su artículo, Pedro Aguilar nos reserva la traca final: nos relaciona el maquis nada menos que con el terrorismo y con ETA. La aberración no puede ser más grave. Habría que llamar entonces terrorista maquis liberador de Francia, a los partisanos italianos, incluso a los aliados que se enfrentaron al nazismo y, por qué no, a los esclavos de Espartaco, a los resistentes de Sagunto o Numancia, Viriato, Padilla, Bravo, Maldonado, Empecinado, Agustina de Aragón, sin excluir la Revolución Francesa ni la Comuna de París. El cuadro Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, de Goya, representaría un simple exterminio de “terroristas”. Por supuesto, Bolívar y José Martí, vulgares “terroristas”. Y no digamos “Cascorro”, con su bomba al cinto. La frase de Pedro Aguilar es antológica: “Es difícil trazar, en los sucesos protagonizados por los maquis, la línea que separa la acción revolucionaria, en favor de la libertad, de la brutalidad terrorista”. Y otro lapsus: ¿qué es eso de la “acción revolucionaria”? El maquis, de haber investigado sobre ello, no actúa por una revolución, sino por la restauración de la República, un nuevo gobierno democrático (con Negrín o Giral), la vuelta a la Constitución y a las elecciones libres, etc. Así consta en la propaganda de la guerrilla. No hay nada más que consultarla. Y actuaban con un referente político, que intentaba ser plural: la Unión Nacional (luego, la ANFD, Consejos de Resistencia, etc, etera). De manera que de objetivo “revolucionario”, nada de nada. Bien, y si la acción de los maquis era “terrorista”, ¿cómo era la acción de la dictadura? Porque lo que había enfrente de los maquis era una dictadura, no se olvide, la más sanguinaria de Europa después de la de Hitler. Lo que ocurre en España, en los cuarenta, es una lucha desigual entre los últimos utópicos (con sus luces y sus sombras) de la II República (es decir, la Democracia de 1931) y la dictadura franquista, destructora de esa Democracia. A veces lo obvio se echa en falta en todo artículo precipitado.

En definitiva: la falta de investigación conduce a estas y a otras muchas aberraciones y ligerezas. Hay que sacar la historia del maquis, no sólo del dominio de policías y de guardias civiles, sino más aún, de los anecdotarios, historias banales y crónicas rosa. Hasta periodistas “del corazón” han publicado últimamente “historias” del maquis. Y hay que sacar este fenómeno histórico de los revival de “vida cotidiana”, ese vicio actual de galerías de cosas curiosas, costumbristas, simpáticas, ocurrentes, historietas de amor y demás banalidades. Hay que llevar este tema a los historiadores y a los investigadores, a los que se embadurnan de polvo y telarañas en los archivos, y no a los gacetilleros de mesa camilla. Afortunadamente en los últimos tiempos hemos visto interesantes aportaciones de investigación, como la de Sánchez Tostado en Jaén y la de Benito Dáaz en Toledo. Antes: Julián Chaves en Cáceres, Fernanda Romeu en Valencia, Mercedes Yusta en Teruel, Serrano en León, Azuaga en Nerja, José Aurelio Romero en parte de Málaga; pero, sobre todo, la magnífica investigación de Hartmut Heine en Galicia-León, excepcional, confeccionada ya en la temprana fecha de 1980. Yo he aportado, de momento, una investigación del Centro-Sur de España, de Madrid hasta el Guadalquivir ( La resistencia armada contra Franco, Barcelona: Crítica, 2001). Pero todavía falta el gran libro de investigación sobre el Norte de España, el del Este y Levante, y el de la cordillera Penibética (Málaga, Granada, Almería y Cádiz). Queda mucho por hacer, muchísimo, pero habremos dado un gran paso si logramos sacar al maquis de las historietas y lo metemos en la Historia, con mayúscula.

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