EL MUNDO 10/08/2001
Hasta 9.000 personas pudieron ver la película Silencio roto, de Montxo Armendáriz, en Locarno, en la pantalla al aire libre más grande de Europa, en la primera proyección del drama postbélico fuera de las fronteras espanolas.
La gran recepción de un público que rompió al final en un estruendoso aplauso sólo anticipa los mejores augurios para una obra que competirá en el inminente Festival de Cine de Toronto.
Ayer por la mañana, Armendáriz protagonizó un prolongado encuentro con la prensa internacional. Junto a él, su mujer, la productora Puy Oria; la protagonista de la película, Lucía Jiménez, que ha causado más impacto entre los festivaleros que un terremoto de grado nueve en la Escala Richter, y el director de fotografía mexicano Guillermo Navarro.
«He querido hacer esta película para evitar lo peor: el silencio, que es el olvido. Porque el olvido provoca que los conflictos, la guerra, la injusticia y la muerte sucedan de nuevo. Desgraciadamente no hay que mirar lejos. En Chechenia y Kosovo se cometen atrocidades cada día que jamás pensamos pudieran volver a ocurrir», afirmó el director de Tasio, 27 horas y Secretos del corazón.
Ubicada en un lugar indeterminado de la montaña del norte de España y en el invierno de 1944, Silencio roto arranca con la llegada a la aldea de Lucía, una joven de 21 años que se reúne con su familia para trabajar en el bar local. Allí conoce a Manuel, un herrero que colabora en el monte con los maquis, los guerrilleros que siguen combatiendo en la clandestinidad al golpismo franquista.
La película originó la curiosidad de los periodistas europeos que, pese a tener en sus países historias de resistentes y partisanos, ignoraban la existencia del maquis.
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